Leonor estaba preparando su maleta roja para irse de viaje con su hermana y su prima.

Aquel año, ellas habían hecho una reserva en un lugar de playa. Sin embargo, Leonor no estaba muy animada, a pesar de la belleza del lugar. Pues todos los años siempre sucedía lo mismo: su hermana y su prima siempre recibían halagos de hombres apuestos y adinerados y ella no. Tampoco los recibía de hombres sencillos, lo que la ponía triste, tras que Leonor no era nada cazadora de fortunas, al igual que sus parientas. Su hermana y su prima siempre conseguían galanes y ella no. Lo que pasaba es que su hermana y su prima, además de ser muy coquetas, eran mujeres llamativas y despampanantes. Y sabían cómo arreglarse para que resaltara su belleza. Cuando salían de paseo con sus galanes durante las vacaciones, Leonor siempre terminaba encerrada en el cuarto que habían reservado, leyendo libros de ciencias. Es que a Leonor no le gustaban las futilidades, sino que se esmeraba para convertirse en astrofísica. Claro que también quería echarse novio. Pero que fuera un noviazgo serio, de los que llevan a un matrimonio feliz. Su hermana y su prima, en cambio, por querer atrapar a un billonario, especialmente si fuera joven y guapo, pasaban de un galán tras otro. Un día lo lograrían, pensaba Leonor. En cuanto ella, era cierta, se quedaría para vestir santos.

-Lo que tenés que perder es una dosis de sencillez, que poseés en demasía, le dijo su mejor amiga, que hasta entonces se había callado para no parecer grosera, dejando a Leonor a sus anchas.
-Si seguís vistiéndote como tu abuela, si nunca visitás un salón de peluquería, si nunca te comprás maquillaje, ¿qué querés lograr? Sí, lo sé, lo sé. El politically correct nos enseña que la belleza está dentro de uno. Olvidándose de que nuestra cara y lo que llevamos es nuestra carta de presentación. Si espantamos a los hombres por lo de afuera, ¿cómo van a querer saber cómo somos por dentro? Solo hombres fuera del usual pasan por alto lo que ven de inmediato. Y los fuera del ordinario no son muchos en esta tierra. Pero eso no significa que no haya hombres comunes que no sean buena gente. Che, mirá, te ayudo yo a hacer la maleta.

La amiga de Leonor eligió las mejores ropas. Las que la muchacha solo usaba los domingos. Después las dos salieron y la amiga la ayudó en la compra de maquillaje, algo de prendas nuevas para la playa y le ofreció una sesión de peluquería. De vuelta, Leonor estaba casi irreconocible.

Durante las vacaciones, en cuanto su hermana y su prima seguían cazando a billonarios, Leonor llamó la atención de un camarero del hotel donde las tres estaban hospedadas. No era rico ni abastado, pero muy gentil, cariñoso y de buen carácter. Y la animaba a estudiar para alcanzar su sueño de convertirse en astrofísica. Casi se sentía indigno de estar con ella, pues solo era un camarero y ella universitaria. Sin embargo, a Leonor no le importó. Solo le importaba que la quisiera, asegurándolo que cualquier trabajo honesto y decoroso es noble.

Finalmente, Leonor consiguió tener al novio de sus sueños, ignorando las críticas de la hermana y la prima, que nunca mirarían a un simple trabajador. Pero, después de tantos años, aún siguen cazando a billonarios sin lograr nada, mientras que Leonor ya está casada, teniendo concluido sus estudios.
Leonor incluso aprendió de su mejor amiga que arreglarse no significa ser fútil y coqueta y que tal vez una pizca de coquetería, una vez que no se pasen ciertos límites, no es lo peor del mundo...

Invito a participar a nuestro amigo @acostacazorla. Saludos y abrazos desde Mercosur.