Avezados lectores de Venezolanos Steem y de la gran plataforma Steemit, con gusto vengo a traer mi humilde participación en el 17mo Mini Concurso – Stop + Historia de miedo que ha organizado @venezolanos con el decidido apoyo de las siemprelistas @marcybetancourt y @solperez, quienes dirigen con sus batatas, perdón, batutas, las actividades en esta comunidad.

El 17mo Mini-Concurso es muy simpático, creativo y súper divertido. Será un ejercicio de palabras que consta de tres (3) partes.

Parte 1) Escribe una palabra para cada categoría con la letra P:

Nombre: Porfiria
Apellido: Pelambre
Comida: Perrocaliente
Objeto: Puerta
Animal: Perdiz
Lugar: Portuguesa
Fruto: Pichigüey
Color: Púrpura
Oficio: Patotero
Título de una canción: Parangaricutirimícuaro

Parte 2) Utilizando la palabra 2 (apellido) y 6 (lugar) combínalos e inventa un Nombre Propio para un personaje.

Pelambre Portuguesa

Utilizando la palabra 3 (comida) y 5 (animal) combínalos e inventa un Nombre Propio para otro personaje.

Perrocaliente Perdiz

Parte 3) Con todas las palabras del STOP más los 2 Nombres Propios inventados por ti harás una historia de miedo.

Debajo de estas líneas les muestro mi ejercicio para el mini concurso, al momento de dejarles mis manifiestos saludos.

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Fuente

El lugar que actualmente se conoce con el nombre de Salsipuedes es una población ubicada a las márgenes de Río Perdido, que hace correr sus aguas ya delgadas de tanto andar hasta la llanura de Pueblo Nuevo.

Allí, en Salsipuedes, inició el episodio más macabro que la mente humana hubiera podido imaginarse jamás y acabó en el morro de Marutín, hecho que presencié con estos ojitos que se han de comer los suculentos gusanos.

Antes de continuar, es mi deber hacerle una advertencia: si usted es un ser muy sensible o tiene problemas nefríticos o sufre del corazón, le sugiero, por su salud, que no prosiga la lectura de este relato, pero si sigue leyendo y hubiera niños a su alrededor es mi consejo que los mande de paseo, sin importar la hora que sea, mientras usted pasa a saborear esta verídica historia. Hecha la advertencia, de rigor, prosigo la narración.

Mi nombre es Bartolo, soy el hijo bastardo que el malvado Perrocaliente Perdiz tuvo con Pelambre Portuguesa, mi madre, mi santa madre que dio su vida por la causa más noble de la humanidad.

En los inicios del mundo mamá era la maestra de aquel fangal que todavía carecía de nombre. Había llegado siendo una bebé de brazos de Porfiria, mi abue portuguesa, y siete personas más que lograron escapar con vida de la erupción del volcán Marutín.

Con el tiempo mamá, Pelambre Portuguesa, creció y aprendió a leer sola, mirando las estrellas. Al cumplir once años puso algunas piedras bajo unas matas de aguacate y fue a buscar a todos los niños del contorno. Su primera lección fue enseñar la "o" por lo redonda, la "o" de SOL, musical, como la boca por la que canta el universo.

Con el tiempo ella edificó una escuela donde se estudiaban todas las artes conocidas. Y así siguió haciéndolo sin problemas hasta que un día llegó aquí Perrocaliente Perdiz, arrastrándose como una lombriz por un zambombazo que le metieron en un zafarrancho de patoteros.

Mi mamá lo santiguó y curó con hojas, ramas y un brebaje que hacía caminar a los muertos. Perrocaliente Perdiz se enamoró perdidamente de Pelambre Portuguesa y entonces nací yo, Bartolo, su seguro servidor.

Perrocaliente Perdiz pretendió que nos fuéramos a vivir pal monte porque él no soportaba a la gente, pero mi mamá le dijo “NO” porque amaba dedicarse a la enseñanza de los niños. Entonces el Perrocaliente Perdiz se encolerizó, se fue solo al monte a comer pichigüeis y cuando regresó volvió más perdiz que nunca.

Aprovechando que mamá estaba preparando perroscalientes para el pueblo, empujó la puerta de la escuela y les dijo a los niños: "Miren, mequetrefes, si ustedes no hacen que Pelambre Portuguesa me vaya a buscar en 3 días los voy a meter a toditos en una bolsa, me los llevo pa que se cocinen en el volcán Marutín y allí mismo me los como con casabe. Así que ya saben, chiquilicuatros. He dicho."

Al tercer día regresó convertido en un sacabuches púrpura y como los niños no habían hecho lo que él les ordenó entonces los correteó por todo el pueblo, los agarró y los metió a todos en un gran saco de papas que llevaba oculto en un bolsillo de su paltó y se perdió en la noche con ellos.

Cuando mamá Pelambre Portuguesa se enteró, peinó mi pelambre, me entalcó, me puso un lindo vestido de marinero, me cargó en caballito y llegamos a la pata del volcán justo en el momento en que Perrocaliente Perdiz cocinaba a los niños y con un grito que le salió del alma mi madre exclamó: ¡Perrocaliente Perdiz, no te comas a los niños!

Escúchame, prosiguió, bajándome del caballito, te propongo que hagamos un trato: yo te voy a cantar una bonita canción y si tú me la repites tal como la canto yo entonces me caso contigo y dejo que te comas a los niños, pero si no lo haces así tienes que meter tu rabito entre las patas y te me pierdes de por aquí. Si va, si va, le dijo Perrocaliente Perdiz a mi mamá. Y ella cantó:

Parangaricutirimícuaro