_{El Muñeco}

El segundo Juego que disfrutaba jugar en aquel lugar era el muñeco, bueno también se podía hacer una muñeca pero como la mayoría que jugaba eran varones siempre terminábamos pintando era un muñeco. Este juego lo hacíamos todas las tardes antes de irnos a bañar al río. Rastrillábamos el patio, dibujábamos el muñeco en el suelo, pero era “El Muñeco” con unas dimensiones súper grandes que se dificultará de brincar los cuadros cada vez que avanzábamos un puesto. Iniciábamos todos en el cuadro número 1, es decir en los pies del muñeco. Se debía brincar con una sola pierna cada cuadro sin tocar el cuadro donde hubiese alguna piedra, la chapa o una pepa de mango que eran nuestras fichas; ya que significaba que ese lugar era propiedad del jugador que había quedado allí. Una vez que daba el viaje de ida y vuelta tenías que pasar recogiendo tu ficha y si no hacías ninguna falta podías seguir jugando, ganaba el que primero llegaba a la cabeza del muñeco; si tocabas alguna raya del muñeco, olvidabas recoger tu ficha o lanzabas mal perdías el turno.

Y para el tercer juego nos compraban a cada uno antes de salir de viaje al campo una bolsa de caramelo. Nos las compraban en la ciudad porque por allá no había bodega donde hacer compras, imagínese que para llegar a la casa de un vecino caminando; tenías que caminar alrededor de 30 a 45 minutos. Teníamos que ir con todo el bastimento como decía Mi Papá.

_Mechuzo

Después de cenar prendían los mechuzos porque no había luz; un tío los hacía en una lata para alumbrar el patio y dentro de la casa era en frasco de vidrios; los de afuera eran hechos en una lata llena de tierra y le echaban gasoil para luego prenderlo con un fósforo y duraba horas prendida, eso sí había que ponerse bien alejado de esas lámparas porque si te acercabas mucho amanecías con las fosas nasales ahumadas.

Una vez que habíamos cenado nos disponíamos a jugar cada quien con sus caramelos a la mano, nos enumerábamos y sacábamos la herramienta principal un trocito de madera de seis caras tallado por uno de mis hermanos, cada cara tenía una nomenclatura. Girábamos el trompo y al dejar de girar el trompo caía de un lado y según la leyenda se procedía a realizar la acción.

Y al momento de dormir todo el mundo con su hamaca y su pabellón. Si, pabellón pero no criollo. Se trataba de un mosquitero que se le colocaba a las hamacas pero no mosquiteros de los modernos. Aquellos eran hechos de sabanas viejas pero no rotas, y cubrían toda la hamaca. Los mayores dormían al aire Libre bajo un bohío y a los más chicos nos colocaban a dormir dentro de la casa pero igual en hamaca.

_Pabellón

Amigos, y de esta forma pasábamos esas merecidas vacaciones, disfrutando de jugar y sin quejarnos de nada. Teníamos juegos y artefactos que no necesitaban de energía eléctrica para colocarlos a funcionar. Y lo principal el Amor desbordante de Mi Papá.

Agradezco a @lilianajimenez por haberme hecho revivir esos maravillosos tiempos a través de esta genial iniciativa fue un placer compartir mis vivencias con Ustedes y gracias por el Tiempo invertido en leer esta entrada.