Era la primera vez que viajaba, que salía del país. Toda su vida la había hecho en aquel pueblo andino donde su mamá, su abuela y sus tres tías habían cuidado de ella. Dentro de una crianza matriarcal había conocido la importancia de recibir amor, pero también de darlo. Cada paso que había dado, como cuando era niña, lo había hecho bajo los ojos familiares.

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Desde niña, su madre y todas las mujeres que estaban a su alrededor le enseñaron que debía luchar por sus sueños. Por ello, desde temprana edad comenzó a hacer que su gran sueño, ser médico, fuera real. Para ello estudió cada día, cada instante y a cada hora para obtener las mejores notas. Y cuando el factor dinero fue un obstáculo, se inscribió para obtener una beca y como si la suerte la amara, lo logró.

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Sin embargo, una tarde, todas las mujeres de su familia se reunieron en torno a ella y le dijeron lo difícil que era la ciudad, estudiar en una universidad lejos de la familia. Y ella, conociendo la preocupación de ellas, les dijo: "No se preocupen. Trataré de cuidarme. Este es mi sueño e iré por él. Quiero ser la primera de la familia en graduarme. Sé que este es un camino nuevo para todas, pero quiero hacer ese camino, para que cuando vengan mis hijas y mis nietas puedan caminar por él".

HASTA UNA NUEVA HISTORIA, AMIGOS