Como a las 8 de la mañana, Antonio trató de encender su carro, pero nada. Lo intentó una y mil veces, pero el carro nada que prendía. Como debía ir al trabajo, salió apresurado para no llegar tarde. Tuvo tan buena suerte que en eso iba saliendo su vecino en su vehículo y le preguntó para dónde iba. Antonio le dijo y el otro se ofreció a llevarlo. Extrañado, el vecino le preguntó a Antonio por su carro y este le comentó la falla que tenía.

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En la tarde, cuando Antonio regresó del trabajo, encontró que su vecino lo esperaba para ayudarlo a ver por qué su carro no prendía. Antonio se sintió agradecido y sin perder el tiempo, se cambió de ropa y en compañía del otro hombre, comenzó a revisar el vehículo. Allí, como si fuera un juego de niños, los dos hombres pasaron la tarde bajando, apretando y sacando piezas.

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Cuando llegó la noche, los hombres todos sucios de grasa seguían en la faena. Cuando lograron encender el carro, orgullosos y contentos estuvieron. Antonio agradeció a su vecino la ayuda y aceptó que sin él no habría podido. El vecino, contento, le recordó que hacía tiempo, Antonio también había hecho lo mismo. Y orgulloso le dijo que no es en las buenas, sino en las malas, donde se ven a los verdaderos amigos.

HASTA UNA NUEVA HISTORIA, AMIGOS