Ahí frente al celular, como si de la malvada madrastra se tratara, una joven de 18 años pedía a la pantalla saber quién era la más bonita de todas. Luego de su maquillaje y de algunos retoques estéticos que se había hecho, la joven ansiosa quería saber qué tan hermosa había quedado y cuántos seguidores nuevos había conseguido. El cómputo total no la dejó de buen ánimo. No entendía cómo ella, una mujer hermosa físicamente, tuviera que competir con una chica sin ninguna gracia evidente.

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La misma curiosidad la llevó a revisar la página de la muchacha y ver sus seguidores. Lo primero que vio fue que la chica en cuestión subía pocas fotos de ella, pero sí compartía imágenes de paisajes y de reflexión. Al principio le pareció aburrido e igual a todas, pero luego con la lectura y la observación, entendió por qué aquella chica era tan popular en las redes: no mostraba su belleza física sino la que llevaba en su corazón.

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Luego de mirar todas las publicaciones de la muchacha y darle me gusta a casi todas, entendió que operarse para ganar seguidores fue un error. Si bien es cierto que las redes publicitan una belleza superficial, también hay muchos seguidores de la belleza real, esa que nace del interior y sobrevive al tiempo y es permanente.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS