La pandemia y una serie de sucesos adversos la habían hecho aislarse del mundo. Alejarse por un tiempo de los otros, había sido difícil al comienzo, pero después entendió que era necesario, vital: hasta los animales requieren tiempo y soledad para curar sus heridas. Dos años, tal vez menos, había sido el tiempo que tenía contestando con evasivas la serie de invitaciones de amigos para encuentros, salidas, reuniones. Hoy en la mañana había aceptado, por fin, encontrarse con su mejor amiga.

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Cuando llegó al lugar acordado se sintió un poco nerviosa, no solo por las medidas de seguridad que se estaban tomando en todo el mundo contra el Covid, sino también por la cantidad de tiempo que tenía sin ver a su amiga y por la incertidumbre de cómo sería aquel encuentro. Pero poco le duró la duda: cuando su amiga llegó se abrazaron largamente, fuerte, de manera sentida y expresiva. En aquel abrazo había un mensaje de aceptación, de amor y de entendimiento.

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Pasaron horas hablando. No hubo tema que no tocaran ni un momento que guardaran silencio. Rieron, mucho, pero también se les hizo un nudo en la garganta cuando debieron tocar temas álgidos, dolorosos y difíciles. Con cada palabra sintieron que la amistad era la misma y que no habían mermado los sentimientos. Al final del día, cuando ella hizo un balance de lo ocurrido, sintió que aquel encuentro le había aliviado el alma y le había hecho bien al espíritu, porque las amistades de verdad tienen poderes curativos.

HASTA UNA NUEVA HISTORIA, AMIGOS