Después de ser peinada, la niña se quedaba sentada en el regazo de su madre, quien la abrazaba y le hacía muchos mimos. La niña reía y también envolvía a su madre con sus pequeños brazos. El contacto amoroso no solo era físico, también era verbal: madre e hija se decían muchas palabras de cariño.

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Siempre había sido así, desde que estaba en el vientre, la madre había intentado transmitirle amor de diferentes formas, eso lo había leído en un libro. Y cuando nació su niña, supo que entre más cariño y afecto tuviera la niña, más sana, fuerte y segura crecería. Así que no se limitó en ofrecerle todo el amor que tenía destinado para ella.

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_Mami, te acuerdas la enredadera que está afuera -dice la niña mirando a su madre. La madre asiente con la cabeza. Entonces la niña dice con una sonrisa: "Tus brazos son como la enredadera, y yo soy como las flores pequeñitas". Tu siempre serás mi florecita pequeñita y yo siempre seré esa enredadera que está allí para cuidarte, dijo la madre sintiendo algo más grande y superior que el amor.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS