Aunque pasó toda la noche con una sensación extraña en el pecho, despertó temprano para ir al trabajo. No era la primera vez que tenía aquellos pálpitos que la ponían alerta a todo. Por eso tenía que estar pendiente, a la expectativa de cualquier suceso anormal que ocurriera.

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Cuando llegó a la oficina estuvo tan ajetreada que olvidó los pensamientos de toda la noche. Al final de la mañana llegó su jefa y le dijo que fuera a buscar unos documentos a otra empresa. Tomó su carro y se dirigió al lugar, pero a los pocos metros se dio cuenta que tendría que tomar otra vía porque la principal estaba cerrada. Sintiendo que aquella podía ser la señal esperada, estuvo atenta al trayecto.

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En una de las esquinas, vio que había una pobre mujer con las manos tendidas: pensó que podía estar pidiendo dinero. Al instante su reacción fue no prestarle atención, pero se dio cuenta que había otra cosa en aquel gesto, por lo que detuvo el vehículo. Efectivamente, la mujer moría. Corrió rápidamente y la socorrió. La llevó al hospital más cercano. Cuando la mujer estuvo fuera de peligro, ella se dio cuenta que había sido Dios y el destino los que habían querido que estuviera en aquel camino.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS