No recordaba quién le había aconsejado que dejara que fluyera todo. Que no exigiera nada, que permaneciera silenciosa y a la espera: "Forzar no es bueno. Nada forzado encaja." Se decía como un mantra cada día. Al principio se le hizo imposible porque cómo no buscar lo que se ama, cómo mantenerse callado ante el desinterés del otro. Sin embargo aprendió.

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Dejó de buscar el cuerpo al otro lado de la cama, aprendió a no llamar y preguntar cómo estaba, si había comido, dormido o simplemente si la visitaba. Se decidió a no escribir de primero, ni decir te amo de primero y sobre todo, a no pedirle al otro que también la quisiera. Entendió que un silencio es una rotunda respuesta y que si tuvimos que pedir algo es porque ese algo no es de nosotros.

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Fue ahí que el otro, extrañado por la poca insistencia e interés, reclamó, buscó, habló, preguntó. Tuvo el interés de llamar y decir, pero ya era demasiado tarde. Porque el amor, al igual que las bebidas y alimentos, también se enfría y aunque no lo parezca, se transforma y se termina. En el amor los dos deben tener la iniciativa, demostrar, querer, en la misma medida.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS