Apreciado @oacevedo, hace rato que quería entrar en el Foto-Relato, pero el tiempo es efímero y, a veces, mezquino con los intereses humanos: así que mis planes se quedan más de una vez en el "por realizar". Esta vez lo coloqué en las prioridades. ¡Allá voy! Pero antes quiero felicitarte por la maravillosa e inspiradora fotografía que nos dejas como motivo para crear la narración.

En cada paso que doy, cuando respiro agitada o contengo la respiración, ahí está Adán. El encontrarlo cambió mi vida. Al irse, la oscuridad me arropó. Deseé no vivir. Pero debía, tenía que seguir viviendo.

Vi mi verdad, la asumí y me reconstruí, reconstruyendo mis creeencias. Mi visión positivista del mundo implosionó, dio paso a las creencias de la Vida después de la vida. Poco o nada queda de la antigua y científica Eva. Soy un nuevo ser, que a los cuarenta años muestra orgullosa su vientre hinchado por el hijo que a nacer, producto de un amor de diez días que será eterno.

-No, amigo, Adán no murió. Su vida sigue su rumbo hasta el reencuentro. ¿Dónde? ¿Cuándo? No lo sé. Por eso mi amor es eterno, porque sigue en la ausencia hasta que se produzca el reencuentro.

-¿No lo entiendes? Pues... Yo tampoco. El amor no es sólo sexo, es mucho más. Está en la carne y en el alma. En lo fugaz y en lo eterno.