Había una vez un joven del interior del país que no sabía qué hacer con su vida, en el pueblo todo se tornaba triste y aburrido. Soñaba con recorrer nuevos rumbos, pero al mirar a su alrededor tenía que decidir dejar sus pertenencias, incluyendo la casa o quedarse, sin vivir nada diferente.

El chico se queda gaznápiro viendo su mascota, en el pueblo muchos tenían perros, gatos, morrocoy, pero él tenía un búho, no quería dejarlo, pues era su compañero desde niño, el búho se envejecía con él. Estaban acostumbrados el uno con el otro.

Un día sacando fuerzas de su interior decide emprender la salida del pueblo donde lo conocían y lo respetaban tal cual era. Muy animoso con su mascota en el brazo, unos ratos caminando y otros en cola el joven llega a la capital en busca de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida.

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Carros, edificios, gente caminando muy rápido y él sin saber para donde agarrar con su búho en el brazo, como perdido gaznápiro, como en el limbo. Hasta que un niño lo hace salir del asombro de aquella ciudad, diciendo:

-¡Mami! Ese chico tiene un búho. Míralo. Se parece a él.

La mamá avergonzada le dice al niño casi susurrando:

-Ssssss ¡niño!, por favor.

Y el niño ni en cuenta grito más duro:

-Tiene un búho y él es abuhado. Tiene cara y cuerpo de búho.

El chico como asustado caminaba sin rumbo por esas calles tan transitadas. Hasta tropezar con dos chicas que lo miran y luego una de ellas expresa:

-Ese chico es abuhado.

La otra contesta:

-¿Abogado?

-¡No! Abuhado con cara y cuerpo de búho. De paso tiene el cabello oleaginoso.

(Ambas se pusieron a reír)

Situación que impulsó al joven a respirar profundo, levantar la cabeza, abrir los ojos como los de su búho y recordar ¿Por qué había dejado el pueblo?. Pensó “quería vivir mejor” y se dijo así mismo, entonces buscaré las maneras y viviré mejor. Que nada me robe la paz. No importa lo que parezco sino lo que realmente soy. Desde ese momento su vida empezó a ser diferente.

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Hasta otra oportunidad.