Venezuela Concurso - Semana 14 - EL NEGRO Y SU MANGO BAJITO por @majo12

Allá en mi pueblo había un joven cuyo nombre era Ancelmo, a quien todos llamában negro, era de piel oscura, bajo de estatura, de ojos grandes y saltarines, tenía un diente de oro y siempre estaba sonriendo. Populoso el muchacho, reconocido por su camisa manga larga de color blanco y su hablar entre los dientes, se paraba en una esquina a mirar a las muchachas y expresaba con minuciosa voz a sus acompañantes:

-¡Allí viene mi mango bajito!

Por supuesto, ellas no se daban por enteradas. Pero el negro dejaba ver ante sus acompañantes su impronta de hombre conquistador, algo grotesco su estilo. A las muchachas solo les enseñaba su diente de oro con una pícara sonrisa.

Eso pasaba todos los días, en ocasiones varias veces al día. Era cada vez que pasaba una chica y él estaba acompañado. Repetía para él y sus acompañantes lo mismo de siempre:

-¡Allí viene mi mango bajito!

Luego se acercaba a las muchachas y les preguntaba cualquier cosa, incluso insignificante. Mostrando ante los caballeros que era cercano a las señoritas del lugar.

Hasta que un día al pasar una de las jóvenes del pueblo y entre dientes expresó lo de siempre:

-¡Allí viene mi mango bajito!

Entre los jóvenes que acompañaban al negro estaban tres niños, muy traviesos, por cierto, ellos al escuchar se retiraron corriendo del lugar hasta llegar a un mangal, allí descansando de la carrera que habían dado, recostados de un tronco (con respiración acelerada pero muy ocurrentes) se pusieron hablar.

-El negro Ancelmo dice eso de todas las muchachas del pueblo.

(Uno de los niños, el más tremendo) hace énfasis diciendo a los otros dos niños:

-Hasta de sus hermanas los dice. (De momento se burlaban unos de otros, pero el juego aceleró sus emociones y llegaron al punto de molestarse entre ellos mismos) cuando de repente ven que el negro viene por su paso y uno de los niños viendo aquellas matas cargadas dijo:

-Allí viene el negro Ancelmo vamos a darle su mango bajito.

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Algunos mangos los tumbaron de la mata, otros los recogieron del suelo y así se armó el zaperoco. Muchos veían sin entender lo que pasaba. Otros expresaban:

-Pobrecito el negro lo van a aporrear con los mangos.

-¡Dios!, le van a ensuciar la camisa.

Los niños estuvieron tirando mango hasta que perdieron de vista al negro. Descansaron del zaperoco y se fueron a sus casas. El negro se cambió de ropa, sin entender lo que pasaba se fue al pueblo a buscar a los niños y exigir el respeto que merecía.

Con esa intención llegó a la casa de Juanito, llamó a la puerta y le contó a la señora lo sucedido. Ella le dijo “ya le voy a dar unos correazos al muchacho delante de Usted mismo para que respete”. Eso no era común en el pueblo, se acercaron los vecinos, todo el mundo estaba pendiente. Llamaron al niño, éste al verse amenazado antes que le preguntaran dijo:

-Él, ese negro dijo que “mi hermana era su mango bajito”. Y nada le pegué unos manguitos. Con José y Luisito.

La señora soltó la correa agarró el sartén por el mango y le dio por la cabeza al negro.

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Desde entonces el negro Ancelmo aprendió que las muchachas del pueblo se respetan.

Amigos lectores, hasta otra oportunidad.