Había una vez, en un reino lejano, un pequeño príncipe llamado Roy, el cual amaba las aventuras y los misterios, su curiosidad era insaciable, lo mas divertido para Roy era explorar el viejo castillo, que estaba en lo profundo del bosque, éste castillo significaba un deleite, porque a pesar de que hace mucho no vivía nadie en el, éste se encontraba en perfectas condiciones.

      Muchos pensaban que el castillo se encontraba embrujado, motivo por el cual, nadie se atrevía a acercarse; pero nuestro pequeño, no le temía a estos rumores, la sola idea de que el castillo realmente pudiera estar embrujado, le parecía muy emocionante.

       Un día mientras Roy realizaba sus exploraciones, repentinamente escucho ¡Bam!¡Bam!¡Bam! Sorprendido, por estos sonidos, se dispuso a seguir explorando, con el fin de descubrir el origen de éstos, agotado decidió recostarse a la sombra de uno de los arboles de aquel lugar, pensó en descansar y luego regresar a su hogar, pero se quedo dormido y al despertar, ya había anochecido, entonces no tuvo otro remedio que hospedarse allí, ya que los peligros del bosque eran mas notables en la oscuridad, pero de un momento a otro se empezaron a oír escandalosos estruendos, nervioso se levanto y camino por los alrededores, se encontró con una habitación, se acerco, tomo la perilla de la puerta, dispuesto a abrirla y de pronto ¡Bam! Algo lo tumbo cayendo encima de el, entonces nuestro príncipe, no lo soporto y empezó a llorar aterrado, al abrir sus ojos se encontraba rodeado de pequeños animales y comprendió la razón de los ruidos, se debía estas pequeñas criaturas, Riendo de si mismo, nuestro príncipe resolvió, el misterio sobre aquel castillo que todos creían encantado.