Como dice un poeta: nací de parto bravo. Y así es como después de varias horas me trajo al mundo haciéndose madre y yo hijo, cosa que nos une en la hondura de los años forjadas con amor a la luz del día, de las sombras que forman parte de nuestro crecimiento mutuo.

Hay muchas razones para celebrar este día como familia, pues tus aguerridas decisiones han sido acertadas para levantar los desánimos que a veces nos provoca la vida, esa vida que solo juntos nos ha enseñado a reconocer lo que somos capaces de hacer en tiempos difíciles. No es color rosa, pero hay pétalos latentes que siempre acaricias como parte de lo posible.

Has sido una trabajadora formidable, una esposa dedicada, una amiga de muchos que te consideran parte de sus familias, es una virtud lograda con sinceridad.

Sé de tus miedos, de tú sustos, de tus silencios, pero siempre hay tanto por vivir que me cuesta creer que eso sea un obstáculo, entonces, salto hacia ti y te digo: no tienes que hacerte cargo de todo, mientras me miras sin palpar el vacío hasta superponerte de nuevo.

¿De dónde he venido yo? Quizás cuando la luna andaba de prisa dos cuerpos con razones y dos sentidos se reunieron iluminados. De ahí en adelante nos fuimos descubriendo por varias ciudades como consecuencia de las mudanzas para procurar una mejor estabilidad laboral. Entretanto, me sentía cómodo dando vueltas en tus brazos, ahora puedo extenderte los míos en un abrazo que no cubre la grandeza de los tuyos.

En este día de las madres, celebro también la que tuviste, como a las otras madres que construyen utopías nuestras para hacernos un cuento sobre la vida mucho más feliz, historia por la cual nos hace hallar un destino por el camino sin temor a equivocarnos.

Mi madre y yo siempre en sintonía y fuerza