(En una calle de la ciudad Don Quijote pedalea una bicicleta de nombre Rocinante con una cesta enrejada donde Sancho deposita cachivaches que recoge mientras conversan)

Don Quijote.- ¡Mira, Sancho, una espada! Debe ser de algún demonio que ha caído en desgracia al batirse en batalla con las fuerzas del bien.

Sancho. - Yo creo que es un pedazo de tubo.

Don Quijote.- Sancho, ¿Qué tienes en tu cabeza? La modernidad te ha cegado la razón.

Sancho.- Pero señor, es solo un hierro viejo.

Don Quijote.- ¡Recógela! ¡Son señales, Sancho, señales!

Sancho.- Quisiera aprender a ver cosas que no sean las que veo.

Don Quijote.- Solo un caballero puede descifrar lo que se esconde en un simple objeto.

Sancho.- ¿Y cuándo yo seré caballero?

Don Quijote.- Muchos son los andantes, pero pocos los que merecen nombre de caballeros.

Sancho.- ¿Y qué tengo que hacer, su merced?

Don Quijote.- No puede haber dos caballeros, se necesita un escudero. Un hombre cuya valentía sea tan grande como el de los gigantes que rondan para arrebatarnos el juicio.

Sancho.- ¿Gigantes?

Don Quijote.- ¡Y malhechores!

Sancho.- Entonces debo armarme para defender el honor en nuestras batallas.

(Sancho revisa una bolsa de basura y consigue una tapa de olla e improvisa varios cartones que se coloca entre el pecho y la espalda)

Don Quijote.- ¡Muy bien, Sancho! Ahora a buscar como quien no dice nada, a una princesa con el sol de la hermosura.

Sancho.- ¿Con este calor, su merced?

Don Quijote.- Esta ciudad arde por el peligroso dragón que vive debajo del asfalto ¡Vamos que el tiempo apremia y debo buscar cuanto antes a mi amada y con ella a todo el cielo junto!

Sancho.- ¿Y a dónde piensa hallar eso que dice?

Don Quijote.- ¡Mira, Sancho! La gran Plaza del Toboso, y ahí está ella ¡Mírala!

Sancho.- ¿A quién? ¿Dónde? yo no veo.

Don Quijote.- Pues te digo Sancho que es tan verdad como tú eres un escudero hecho y pertrecho y yo Don Quijote un noble caballero.

Sancho.- ¿Y qué haremos?

Don Quijote.- Acercarnos. Mis ojos no son los de antes, pero sé que ninguna cosa de menos puso la naturaleza en Dulcinea ¡Es perfecta! ¿A ti que te parece, Sancho?

Sancho.- Un escobón grande y rústico.

Don Quijote.- ¡Que insolencia! ¿Es que acaso te has vuelto ciego? ¿No ves como luce su larga caballera?

Sancho.- La señora Benita la pone con la retama hacia arriba cuando termina de barrer la plaza.

Don Quijote.- ¡Basta! Esos traidores que están uniformados han trasformado a mi Dulcinea en una figura baja y fea.

Sancho.- Desde aquí juraría que son agentes de policía.

Don Quijote.- ¡Son guardias del castillo! Y por suerte se retiran. Anda, Sancho. Yo nací para ejemplo de los desdichados y no para ser derrotado.

(Sancho se acerca a la escoba y Don Quijote permanece detrás en pose gallarda)

Sancho.- Permítame, oh, bella dama de la fermosura…

Don Quijote.- ¡De la Hermosura!

Sancho.- ¡Oh, mil perdones Princesa de la “hermosura”! solicitamos que usted se sirva de recibir en su gracia al noble caballero Don Quijote y a su escudero Sancho Panza.

(Ambos se inclinan)

Sancho.- Señor… su merced… sshhtt…la bella dama no responde.

Don Quijote.- ¿No entiendes? Trata ser discreta. ¡Rápido, móntala en Rocinante! los guardias no demoran en llegar.

Sancho.- ¡Pues los enfrentaremos en batalla! Para eso estoy a la orden del andante caballero sujeto al rigor del cielo, armados con todas las armas por la urbe peligrosa.

Don Quijote.- ¡Eres grande, sancho tan grande como Goliat! y pronto tus hazañas será tan altas como el salto Ángel. ¡Anda muchacho, pedaleamos!

FIN