La vida es un desastre.

Un intento de encontrar sentido sería un acto desesperado de apofenia.

Los símbolos que representan las cantidades y los sonidos tienen un orden coherente-interno-esquizofásico-externo que cobra valor dependiendo de lo que veas.

Una vez me puse a estudiar las jugadas de un libro de ajedrez para poner a prueba mi memoria y expandir mis capacidades. Me encontraba en la parada esperando un vehículo para ir a otro punto de la ciudad.

Un autobús hizo sonar su claxon muy fuerte, arrancándome del libro para llevarme de regreso al mundo al que pertenezco. Al posar mis ojos en la realidad, sentí dolor: líneas quebradas, escombros, medidas imperfectas, incoherencia y asincronía.

Volví a meter la cabeza en el libro y me prometí regresar mi atención a este mundo sólo si era necesario.

No soy la única persona que sueña con una realidad coherente y cuyas reglas sean respetadas. No me gustan las sorpresas, los sobresaltos ni que las palabras ni los juramentos pierdan su valor.

Estos versos libres y la prosa que escribo deberían sostenerse por su cuenta.