Los gatitos no oficiales de mi hogar
Hola ¿cómo andan?
Mi entrada del juego de hoy no se trata de mí ni de ningún familiar o conocido mío. Sin embargo, me siento feliz de hablar de los furros que verán a continuación.
Los gatitos no oficiales
Hace tiempo (en mis años mozos) mi mamá fue al mercado y consiguió un gatito negro muy lindo al que bauticé Blackie. Yo adoré a ese minino, era la niña de mis ojos. De un día para otro, él se fue ya que no lo castramos y se fue por esos tejados de Bastet. No lo volvimos a ver.
Años después, gracias a una profesora amiga de mi mamá, adoptamos a Mitty y, casi enseguida, a Sanji (R.I.P.) y a Sopa. Pero no nos detuvimos ahí: si encontrábamos gatitos huérfanos por la calle, los llevábamos a casa y los cuidábamos para luego darlos en adopción.
Algunos meses (y gatitos) después...
Mi tía y mi prima siempre habían tenido mascotas caninas, pero acabaron enamorándose de los felinos que veían por las redes y por las calles de Cumaná. Esto derivó en que hace unos tres años, aparte del caniche que tenían, adoptaran a Panda, la primera gata que tuvieron en sus vidas. Luego, mi prima, vio a otra gatita por la calle y se la llevó a su casa. Esta gatita era Lilly a quien ya les he presentado en otro post. Lilly creció bajo su cuidado, pero debido a lo difícil que resultó disciplinarla, me la encargaron.
Yo, mi mamá, mi tía y mi prima le somos infieles a nuestras fieras. Con esto quiero decir que no sólo vemos videos de Michis sino que, además, cuidamos otros gatos que técnicamente no son nuestros, pero no podemos resistirlo.
Esta fiera de aquí es El Mirri. Ése es su nombre. Con artículo incluido. Desde hace un año vive en la oficina de mi tía. De cierta forma es como el hermano menor de mi prima y, por ende, tío de Lilly.
Este gatito es un amor: al vernos, maúlla y se restriega en nuestras piernas, nos da masajes y no es para nada indiferente.
Se la pasa en la parte trasera de la oficina. Y, aunque es muy disciplinado, no se debe dejar bajo ninguna circunstancia envases o paquetes de comida abiertos. Una vez, dejé olvidadas unas yucas sancochadas y el muy pillo se las comió.
Estas dos de aquí son Baty y su hermana. Baty es la de la derecha y la hermana está a la izquierda de la foto. Yo le doy comida a la más chiquita quien, por el trato y lo bonito que le hablo, no me tiene miedo. Le sirvo la misma comida que a mis chicas y la dejo quedarse para que pase el día en casa. Poco tiempo después de sus primeras visitas, su hermana también decidió acercarse.
Aunque creo que más bien, Baty le dijo que estaba comiendo bien conmigo y ella vino a disfrutar de la comida también.