Vengo aquí cada vez que las cosas en la casa se complican.

Las discusiones se vuelven más frecuentes, intensas y escandalosas. Mis padres son como bestias que imponen su voluntad sobre mis hermanos y primos y ellos se defienden gritando aún más.

Vengo al molino del río para desahogarme. El sonido del agua cayendo y creando burbujas, el canto de los pájaros que volaban sobre las copas de los árboles, los peces recorriendo el líquido casi transparente me hacen olvidar los problemas de los demás y sus intentos de arrastrarme a esa espiral de pesadilla.

Hasta ahora, mis familiares no han pensado en venir a buscarme aquí.

Aquí me he sentido a salvo, relajada y se me han ocurrido buenas ideas. He llenado cuadernos de dibujos, relatos y poemas todos engendrados en este ambiente.

Los dueños del molino me saludan a la distancia. Yo les respondo el saludo y sigo trabajando o relajándome. O las dos.