Venezuela Concurso | Semana 1 | El café | El ritual del café

Es tan generalizada la necesidad del café para iniciar el día, que, sin notarlo siquiera, la gente ha organizado alrededor de su elaboración y de su consumo un pequeño ritual: una serie de pasos precisos y ordenados que se realizan de manera automática y que terminan con un consumo que adquiere una profunda connotación individual.

Voy a tratar de describirles el ritual particular de una persona de mi cercanía.

El ritual del café comienza para ella con una suerte de afirmación retórica cada noche. "Ya tengo el café de mañana" suele decirse a sí misma o a quien quiera escucharla. Es posible que en la tarde se haya ocupado de contar con ese recurso sin el cual la llegada del día no sería deseable. Por la mañana es la primera en levantarse para poner a hervir agua en la olla de hacer café. Mientras espera que hierva el agua prepara la jarra donde caerá la infusión y coloca en su bolsa de colar café la misma cantidad del grano molido que ha usado durante toda su vida. Va agregando el agua hirviente con movimientos que parecen una danza, siempre los mismos movimientos alrededor de la superficie circular del aro del colador. Cuando ha terminado la primera colada saca su taza, nadie más toma café en su taza, y se sirve su café desde muy alto, tal como se hace con el alimento de los niños para que pierda un poco de calor. Toma un pañito de cocina que siempre tiene sobre su hombro y lo pasa tres veces por debajo de la taza (aunque no esté mojada) vuelve a colocar el paño en su hombro y tomando el la taza con ambas manos se asoma a la ventana. Allí lo bebe lentamente, mientras mira, sin observar nada en particular, el movimiento de la calle.

Pareciera que su espíritu la abandona y que se va ensoñando a otros mundos... Yo diría que hay mucha nostalgia en su mirada y que el café le permite mirar el objeto de su deseo.

Mientras tanto el olor del café va despertando a la familia. Todos llegarán a la cocina para recibir de las manos de la mujer su taza de café. Antes de estregarlo pasa, cada vez, por debajo de cada taza su pañito de cocina como indicando el cuidado exquisito con el que cuida a su familia. Parte del ritual, por cierto, era esperar para recibir, de regreso, la taza vacía.

Yo he tomado café, como todos en muchas partes, con muchos matices distintos y rodeada de mucho tipo de gente (creo que el sabor del café depende, como el del vino, de la compañía que tengas al hacerlo) pero nunca he tenido tanta fascinación por recibirlo como las veces en las que esa entrega vino insertada en el ritual particular que he descrito.

Cualquiera que hubiera llegado antes de las doce del día a aquella casa hubiera podido, sin saberlo, participar de ese ritual de amor del café de J.