Él la observa cada mañana cuando ella, descalza, va a la toma del agua. Conoce un poco la historia de su vida. Su madre murió hace unos años. Ella quedó encargada de la casa y de sus dos hermanos menores, siendo apenas una quinceañera.

_{El chat continúa (1919) Hans Ole Brasen}
Fuente

Ya ha alcanzado los dieciocho. Hermosa, radiante, alegre. Él ya no espera más. La imagina a su lado, posando suavemente, sus labios sobre los suyos.

Tiene miedo. ¿Cómo aproximarse a la primera mujer que le desordena el sueño? Sin dilación, se dirige a la toma del agua. Jura que estará ahí. Se acerca, la mira de reojo. Quiere hablarle pero no puede. Balbucea, se le atascan las palabras. Abatido, se va.

Un nuevo día. Corta una rosa de su jardín. Esta vez no fallará. Luce su mejor uniforme de guardia ferroviario. Va a su encuentro.

La busca entre la multitud. Todas las mujeres acarrean el agua para sus hogares. No la ve. Ha llegado tarde. Corre por el camino de tierra, entre las piedras y la hierba fresca. La alcanza y le ofrece ayuda. Con delicadeza, el joven retira la carga de los tersos hombros femeninos. Coloca los envases en el suelo y le obsequia, decidido, la flor roja recién cortada.

Ella balancea su cuerpo, y cándida, toma discretamente la flor. La oculta, juguetona, detrás de su espalda. Ahora es él quien porta, jubiloso, los cubos. Su corazón estalla de contento.

Tan claro como el agua, el amor muestra, una vez más, sus mejores reflejos.