La experiencia fue extraña porque en la niñez vivíamos en una casa donde sus espacios eran misteriosos pero creo que nos acostumbramos a eso y el miedo era poco frecuente.

Mis padres viajaban con regularidad a la Isla de Margarita para las compras decembrinas, mientras tanto nosotros quedábamos a cargo de los hermanas: Carmen la menos del primer matrimonio de mi papá y Del Valle la mayor de mi mamá, aunque compartíamos todo el tiempo justamente en ellas se notaba un poco de rivalidad quizás por el liderazgo entre los hermanos.

Ese día estamos limpiando la casa con una crema elaborada con velas derretida y querosene, la aplicabamos con un paño y luego los más pequeños nos sentábamos en una sábana mientras los otros nos paseaban por toda la sala para sacar el brillo radiante al piso.

Pero ocurrió lo inesperado, Carmen y Del Valle chocaron, aquello fue una algarabía porque fue automático calleron al suelo mientras peleaban.

Y nosotros gritando para que se separaran. Pero de pronto el ruido en un depósito donde mi papá guardaba los materiales de zapatería, nos detuvo a todos eran ruidos escalofriantes, se escuchaba como que las cosas que estaban en el cuarto pegaban del techo y las paredes.

Nos abrazamos unos a otros, esta vez sí tuvimos mucho miedo. Pero todo se calmó y al reaccionar fuimos invadidos por la risa general, cuando vimos que entre todo el alboroto y el miedo que sentíamos, Carmen y Delvalle estaban abrazadas en el suelo temblando de miedo bien apretaditas que no querían soltarse.

Fue como si todos tuviéramos un ataque no podíamos dejar de reír y al final ellas también se rieron de lo que había pasado y se pidieron disculpa, recuerdo que fue la última vez que se pelearon.

Los fantasmas de la casa y la risa de nosotros los hermanos, lograron lo que nuestros padres no habían conseguido, que las dos compartieran más y estuvieran más unidas.