Un tema realmente conmovedor y que a todos sin excepción nos afecta de una u otra forma. Agradezco a @aplausos por la invitación y a @genomil por exponer este tema que nos implica a todos. Estamos en #VenezolanosSteem nuestro lugar de encuentro.
Tu opinión importa

Muy unidas a mí, tengo a dos mujeres maravillosas que me están enseñando cosas que jamás imaginé aprender en esta etapa de mi vida y que sin duda me están preparando para cuando me toque a mí.

Mi suegra.
Anita acaba de cumplir cien años, así como lo leen. Es la primera persona que conozco personalmente que ha alcanzado esa edad. No pude acompañarla ese día tan especial por no estar cerca de ella físicamente, pero muy pronto podré darle ese gran abrazo que se merece.
Lo que más me asombra de ella es que los lleva muy bien. Como es normal, le fallan un poco los sentidos auditivos y visuales, pero tiene la cabeza sumamente clara. Eso hace que aun quiera ser independiente y hasta cierto punto autónoma.
Se quiere bañar sola, nunca quiere despertar a la señora que la atiende para que la ayude a levantarse en la noche y eso ha ocasionado algunos problemas como caídas, ya que no tiene mucha estabilidad. Sus huesos están muy gastados y ha perdido peso.
Como contraparte canta, recita, y es buenísima dando consejos.
Cada semana hablo con ella por teléfono y le siento la voz fuerte, lo que me tranquiliza porque para ser sincera me angustia no estar a su lado.

Anita tuvo trece hijos, y crio a unos cuantos más que no parió ella. Llevó una vida bastante activa trabajando para ayudar a mantener a su prole. Me cuenta que cuando acostaba a los muchachos ella comenzaba a coser hasta la madrugada.
Hoy en día lleva el control de su casa. Tiene el inventario de los enseres de la cocina y sabe cuando le falta algo, así mismo controla la lencería y su ropa. Lo que ella no admite es que la saquen de su casa. No quiere vivir con ningún hijo/a, pero sí que todos estén pendientes de ella, la vayan a visitar y se comuniquen constantemente.

No me parece que su vejez represente un calvario, es más bien una bendición. Afortunadamente, entre todos hemos podido disponer de un entorno para ella que cubra sus necesidades y complacerla para que lleve su vida como ella ha decidido. La parte triste de llegar a esta edad es que ha sufrido la perdida de dos hijos que han partido antes que ella.

Mi mamá.
Carmeta, es mi otra bendición, ella tiene ochenta y ocho años. Mi madre es un personaje. En este caso, si estoy actualmente cerca de ella y comparto a diario algunas horas a su lado. También vive con una señora que la atiende y ayuda. Pasa el día tejiendo mantas, jugando solitarios en una tablet, escuchando música a través de Google y viendo noticias.

Es una mujer de carácter fuerte que repite una y otra vez las mismas historias. He notado es que ahora las historias reales de siempre se han convertido en fantasías con detalles mágicos que antes no existían. Su memoria no funciona muy bien y su movilidad tampoco. Lo que si le funciona bien es la autoestima. Ella es la única en el mundo que a su edad no tiene arrugas. Las cremas faciales, el maquillaje y la laca son sus prioridades.

Debe mantener una dieta sana y ahí es donde a veces dudo como debo proceder.
Intento ser flexible y complacerla porque le gusta la buena mesa y de vez en cuando brindar (por lo que sea).

¿Cuándo yo tenga esa edad voy a permitir que mis hijos manejen mi vida? ¿Voy a renunciar a mis gustos y preferencias, tendré un control estricto a mis acciones?

¿Vale la pena? ¿Qué es la calidad de vida?

Son preguntas que me formulo a diario cuando comparto con mis dos referentes.
Lo que sí tengo claro es que cuando me toque quiero ser autosuficiente y no convertirme en una carga para nadie.

La actitud es lo que marca la diferencia para que la vejez no se convierta en un calvario.

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Gracias por traer este tema, me ha permitido mentalizarme un poco más a esta etapa que en realidad debemos asumir y disfrutar como una parte más de la vida.