Fuente

El refinado galeno

Cuando el doctor Emilio fue contratado por el departamento de policía del estado, nadie imaginó el caos que se crearía con las damas de la ciudad.

Los desmayos, debilidades, angustias y calambres, aumentaron significativamente entre la población femenina de la zona y otras aledañas, a quienes también había llegado el rumor de que el tal doctor Emilio era un galante caballero que sabía como tratar las dolencias de las damas volubles.

Cada día se formaban grandes aglomeraciones en la puerta del consultorio. Entre ellas se miraban con reservas y fingían enfermedades que estaban lejos de sentir.

Cuando Albertina, la más caprichosa de todas supo de la existencia del nuevo médico tratante, no lo pensó dos veces y se hizo acompañar por su ama de llaves para no despertar habladurías. El doctor Emilio fue avisado de la presencia de la dama en cuestión y por su importancia y sofisticación fue recibida antes que las demás.

Entró con el dramatismo que requería el caso y quedó impactada al ver al refinado galeno. De inmediato le comunicó que tenía un fuerte dolor en el pecho y sentía que su corazón podía fallar en cualquier momento. Se acercó a él, le tomo ambas manos y se las llevó al corazón, explicando que ya no podía más.

Como pudo, el apuesto doctor retiró las manos de Albertina justo en el momento que se abría de nuevo la puerta y entraban unas cuantas histéricas señoras a demandar su atención.

Con voz profunda y autoritaria les dijo a las señoras que lo esperaran un momento que en breves minutos las atendería a todas. Desesperadas y compungidas debieron regresar a casa sin verlo más.

Pocos días después, Albertina y su ama de llaves fueron detenidas por la policía, el médico había solucionado el caso con mucha astucia en tiempo récord.

Los robos que habían ocurrido en los últimos meses en la alta sociedad habían sido ejecutados por el ama de llaves con la supervisión de Albertina.
De esa manera se puso de manifiesto la verdadera razón de la presencia de Emilio en el lugar y no era precisamente sanar corazones desesperados.