13mo Mini Concurso – Esta foto soy yo @eudisdiaz

Cuando a mi madre le provoca contar anécdotas de la infancia de sus hijos, siempre comienza por las travesuras que yo hacía cuando tenía entre seis y diez años de edad. Relata que no podía descuidarse con sus prendas de vestir pues una blusa o una falda que ella no usara con frecuencia fácilmente se convertían en ropas de muñecas.

En séptimo grado (hoy primer año), vi una asignatura llamada Educación para el trabajo. Ahí nos indicaron hacer un proyecto con su respectiva exposición al final del año escolar. Mi proyecto consistió en la confección de tres prendas de vestir: dos faldas y una blusa. Mi madre (quien no es costurera pero aprendió a coser con su mamá) me guio en el diseño, los cortes y la costura. Las cosí a mano pues en casa no teníamos máquina de coser. Mi profesora elogiaba cada avance en mi trabajo.

Mientras cosía aquellas prendas yo era realmente feliz y en la exposición destacaron entre una avalancha de piñatas, chupeteras y cajitas de regalos.

Desde entonces cosí muchas prendas de estar en casa para mí y para mis dos hermanas. No hice cursos de costura sino algunos años después cuando ya tenía a mi segunda hija y pasaba muchas horas en casa. Fue entonces cuando compré mi primera máquina y a partir de ahí me dediqué a coser todo el guardarropas de mis muchachitas y el mío.

Al ver que las prendas de vestir que usábamos eran confeccionadas por mí misma y no quedaban nada mal, algunos de mis conocidos y familiares comenzaron a encargarme trabajos de costura.

Yo, gustosa, los atendía, pero me parecía que a mis confecciones les faltaba precisión en los detalles. Además, sentía que, por falta de técnica, perdía mucho tiempo en la ejecución de cada encargo. Por eso busqué una academia de costura y comencé a estudiar el arte seriamente.

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Para ese entonces, yo había reingresado a estudiar Educación en la Universidad de Oriente así que, entre la casa, la costura y mi formación profesional vivía a toda carrera. Durante esos años no cosí sino para mis niñas hasta que terminé mi carrera pues, aunque empecé a ejercer como docente tan pronto recibí mi título, los bajos salarios me obligaron a buscar otra fuente de ingresos.

Desde entonces he cosido sin parar para muchas personas. Incluso algunas que ni siquiera he visto personalmente. Y he hecho varios cursos de costura: ropa íntima, ropa deportiva, trajes de baño, vestidos de fiesta… y todo lo que se pone de moda.

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Recuerdo que hace unos años, en una reunión de Departamento, varias colegas se acercaron a mí. Unas a preguntarme asuntos relacionados con trabajos de costura que les estaba haciendo; otras para que les indicara qué debían comprar para unas prendas que iban a mandar a hacer conmigo.

Una amiga que estaba sentada a mi lado me dijo: “Aquí ya no eres profesora. Eres costurera.”