En el interior de una lujosa y antigua mansión se encuentra el señor Gianluca, heredero de una empresa de moda con renombre mundial.

Está en su oficina, vestido con su traje de tres piezas, sentado frente a su escritorio revisando documentos y otros papeles de carácter importante. Echado frente a él está su mascota y fiel amigo, Firulais.

De repente, escucha pasos apresurados que se acercan a él. Tras abrir la puerta y entrar a la oficina del señor Gianluca, se presenta Juan José, el joven asistente del señor de la casa.

El señor Gianluca lo observa a la espera de que diga algo, cuando Juan José, después de calmarse un poco por la prisa que tenía, le dice que Firulais ha aprendido a leer.

Su jefe lo observa con una expresión seria y, de un segundo a otro, suelta una gran carcajada, haciéndole saber a Juan José que su comentario le parece gracioso y sin sentido. "Los perros no saben ni pueden leer, no tiene sentido," le dijo el señor Gianluca a Juan José.

Por su lado, el joven asistente le insistió, asegurándole que más temprano por la mañana, mientras iba a la biblioteca por unos libros y documentos que le envió a buscar, encontró al perro sentado frente a un libro abierto, moviendo los ojos y la cabeza de lado a lado como si estuviera leyendo. La colita, por otro lado, se movía muy alegre.

Su jefe, aún entre risas, le hizo saber a Juan mientras miraba a Firulais que, si era así, entonces debía contratarlo como su nuevo asistente.

Y Firulais, como si entendiera del todo la conversación, se sentó atento a los hombres, ladró moviendo su colita alegremente, logrando sacar risas y carcajadas al señor Gianluca y Juan José.