Cuento: La Curiosa Señora Marisol y el Divertido Tropiezo
En uno de los barrios del pueblo, justo en una de sus esquinas, había una casita donde vivía la señora Marisol, quien tenía fama de ser bastante curiosa, por decirlo de forma educada. Marisol se encontraba haciendo sus quehaceres en el hogar, y cuando iba a empezar a barrer la sala de su casa, escuchó un murmullo en la calle y enseguida dejó lo que estaba por hacer. Soltó la escoba junto a una de las paredes y, como quien no quiere la cosa, se acercó a la ventana de la sala que tenía dirección a la calle para así poder saber qué ocurría.
Por otro lado, en la acera del frente se encontraban los vecinos Antonio y el Catire, quienes conversaban acerca de la situación política del país y lo mal que hace el gobierno su trabajo, ignorando por completo que eran espiados por la señora Marisol, quien estaba tratando de agudizar su oído para oír mejor la conversación. Cuando lo logra y nota lo aburrida que es, se queda dormida por un momento sentada en una silla que tomó al momento de espiar por la ventana. Por un momento se despertó y se levantó para retomar las labores del hogar. Sin embargo, un sonido llamó de nuevo su atención.
Mientras en la acera del frente, el señor Antonio y el Catire seguían con la conversación, ahora acerca de la escasez de gas, hablaban sobre cómo solucionar y dónde poder ir a comprar. Sin que ninguno de los dos lo notara, se acercó al señor Antonio, Firulai, el perro de uno de los vecinos. Y cuando Antonio dio un paso atrás para retirarse y seguir su camino, tropezó con el animal. Para evitar pisarlo y lastimarlo, hizo lo posible por esquivarlo, haciendo gestos graciosos para tratar de no caerse, sin poder evitarlo, terminando sentado en la acera. Marisol, que sí pudo ver al animal desde el principio y todo lo que sucedió después, no pudo evitar reír fuertemente, llamando así la atención de Antonio, quien avergonzado se levantó rápidamente limpiándose la tierra de la ropa. Mientras que el Catire reía tan fuertemente que llamó la atención de varios vecinos cerca, quienes, aunque no vieron la caída de Antonio, notaron lo que pasaba gracias al fuerte sonar de las risas. Al final, todos terminaron siendo contagiados por las risas de la señora Marisol y el Catire, incluso Antonio, quien sufrió la vergüenza, no pudo evitar reír con todas sus fuerzas.
Y así, desde ese día, cuando veían a Firulai por la calle, era inevitable no reírse al recordar la caída del señor Antonio y lo mucho que lograron reír después. Marisol, por otro lado, seguía siendo igual de curiosa, solo que ahora elegía unirse a la diversión.
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Muy agradecida 🙌
Muy buena publicación la disfruté grandemente, te dejo mi aplauso , mi saludo y mis deseos porque tengas mucho éxito.
Gracias, muchas gracias 😊
Una historia llena de humor amiga, pero que también refleja a la chismosa del barrio como dice una canción llanera y es que en toda ciudad existe una persona que es muy fisgona
Un poco de cultura popular para variar 🤣 saludos.
Los animales siempre consiguen hacer que la gente se sienta mejor. Suerte en el concurso.
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Es más gracioso ver caídas ajenas que vivir las propias, pero si, es cómico. Un abrazo 🤗