Si hay un tesoro que deberíamos cuidar además de la niñez, es la vida de nuestros jóvenes. Es alarmante ver las cifras de accidentes de tránsito ocasionadas por esta combinación mortal de alcohol y jóvenes al volante. Lo más preocupante de todo, es el hecho de que en la mayoría de los casos, es algo que pudo haberse evitado. Pero hay algo que es aún más alarmante y es que, estadísticamente por lo menos en el 2019, 2 de cada 100 niños (entre 12 y 13 años) comenzaron la ingesta de alcohol y 1 de cada 100 lo hizo de forma excesiva.

Es dolorosa la manera de que sea el alcohol la única forma de diversión en una reunión de jóvenes y que esta acción sea la que ocasione tantos accidentes fatales. Infortunadamente para los jóvenes entre 16 y 30 años, con escasas excepciones, no ven como un riesgo el hecho de conducir en estado de ebriedad y lo que es peor, suelen verlo como una manera de hacer ver que tienen el control, (nada más lejos de la realidad) y que por ende, no pasa nada si lo hacen.

Desde mi punto de vista, todo comienza en el hogar. Gran parte de la responsabilidad recae sobre los padres y la forma en la que tratan el tema. He sido testigo en muchas reuniones de vecinos y amigos de padres que le dan las llaves del carro a sus hijos y los envían a la licorería a comprar más alcohol porque se acabó, sin importar cuanto alcohol ya hayan ingerido. Afortunadamente, estas acciones no han tenido ninguna consecuencia para ese momento; sin embargo, siento que este hecho crea un mal precedente porque pueden ver que hacer esto, está bien. Que no importa que hayan tomado o que cantidad, pueden tomar el volante y hacer lo que tengas que hacer.

Si un adulto con experiencia al volante, bajo los efectos del alcohol se ve envuelto en accidentes de tránsito y muerte, no es tan difícil imaginar que un joven con menos experiencia, dopado en cierta forma por el alcohol y con la percepción de riesgo casi nula por la misma razón se convierta presa fácil de situaciones como estas.