Creo que para el único que todos los hombres somos iguales es para el Dios Todopoderoso, entonces allí no hay escapatoria y todos caemos en el mismo saco: feos, bonitos, chingos, negros, bodegueros chinos, pobres, billetudos, jóvenes y viejos.

Pero en la vida real eso no existe, porque cada quien tiene que ubicarse en su sitio. Zapatero a sus zapatos y cada mono con su monito.

Bueno, es que un planeta con todas las personas iguales sería un caos porque todo el mundo chocaría con sujetos similares y ocurrirían especies de cortos circuitos. De modo que la naturaleza es sabia y por eso ha creado la diversidad de razas, culturas y caracteres. Por otra parte, no sería tan maluco si todos fuéramos tan eficientes y millonarios como Lionel Messi o como el magnate Elon Musk.

Las mujeres que repiten como los loros: “todos los hombres son iguales”, deben sus palabras a la frustración e impotencia, porque sus parejas han optado por escabullirse por aquí o por allá, porque ellos han sido presas del ataque hereje de las hormonas masculinas, las que les han hecho buscar otras aventuras. En estos casos la cuestión biológica impera sobre el sentido común, porque, según nuestros cánones, debemos ser fieles a nuestras esposas.

A partir de allí, si las chicas comparten las mismas desdichadas experiencias, su conclusión es que los hombres somos igualitos. Sin embargo, hay sus excepciones: Existen los hombres que se remiten a estar única y exclusivamente con sus esposas, y así se van a la tumba. Pero, lamentablemente, nada es perfecto y, al contrario, habrá quienes también dicen: “todas las mujeres son iguales”.

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El dibujo es de mi autoría, allí está mi firma.
Foto tomada con un Huawei Honor.