Por la vía polvorienta iba el patrón de la hacienda manejando un vehículo rústico. Estaba inspeccionando y llevaba consigo a dos de sus empleados. Al llegar a una de las chozas se dieron cuenta que allí había alguien. Se bajaron del vehículo, se acercaron y el patrón le dice al extraño:

• Mire… ¡Válgame Dios! ¡¿Qué está usted comiendo?! ¿Usted come gente?
• No, señor. Nada de eso. Este es un mono asado. Parecen personas cuando uno les quita el pellejo.
• ¿Y usted no sabe que esto es una propiedad privada? ¿Quién le dio permiso?
• Lo que me obligó fue el hambre, señor. Perdone usted.
• De ñapa acabando con la fauna silvestre.
• Era que iba persiguiendo un cochino de monte, pero se me escapó. Me hizo meterme más y más y de repente me perdí. Ni el cochino ni el camino de regreso. Llevaba tres días viendo por dónde tenía que regresar.
• ¿Y usted por qué lo mira a uno así de esa manera, con los ojos todos pelados?
• Fue que hace poco iba en un bus muy lleno y una señora me tumbó los lentes con una teta. Se cayeron al piso y los pisotearon los pasajeros. Por eso, para poder ver algo tengo que abrir bien los ojos. De broma pude cazar a ese mono, porque no veo muy bien. Los demás cartuchos los perdí por estar corto de vista.
  En eso el hombre le asestó un mordisco a un brazo del mono.
• Parece que es hambre de la buena –opinó el patrón.
• Se come hasta los huesos, como los caimanes –agregó uno de los empleados.
• Ese mono se ve como crudo. ¿Por qué no lo dejó más en la candela?
• El hambre lo apura a uno –respondió el extraño.
• ¿Tres días perdido? Su familia debe andar preocupada. ¿Tiene familia?
• Sí. Mi mujer nada más. Ella fue la que me obligó a salir de cacería.
• ¿Y ella no trabaja?
• Sí. Ella es pitonisa. Lee el tabaco y las cartas y manda a hacer trabajos para que la gente logre encontrar las cosas.
• ¿Y por qué ella no hace un hechizo como para que ustedes obtengan buena chamba, comida y dinero, y para que usted se mande a cortar esas greñas tan espantosas? Te pareces a Tom Hanks en la película del náufrago.
  Los empleados se echaron a reír.
• Los brujos viven del embuste y de las falsas creencias de los demás –siguió el patrón.
• Y mañana dizque se va a un aquelarre porque desde hace tiempo no le llegan clientes –agrega el extraño.
• ¿Aquelarre? ¿Y qué es eso?
• Una reunión de brujas junto al cachudo.
• Más cachudo va a quedar usted si sigue extraviándose por aquí en el monte. ¿Y qué hace ese perro allí sobre sus piernas? ¿Se murió?
• Se desmayó después que se tragó entera la cabeza del mono. Ese se despierta luego, porque aún respira –decía el hombre todo atapuzado de carne y huesos. -¿Quieren probar un pedacito?
• No, gracias. El que come mono come gente. Nos vamos, pero te agradezco que no quiero volver a verte más nunca por aquí, porque entonces van a ser los zamuros los que te van a comer a ti.
  El vehículo arrancó expulsando una nube de polvo que afectó los ojos y la respiración de aquel comensal. Fue cuando el perro recobró el conocimiento y le pidió a su dueño que le diera un poco más del mono asado.
• Te voy a dar. Pero comes despacio para que no te vaya a dar otra garrotera.

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