Las dos hermanas entraron al consultorio de la bruja.

-Buenos días -saludaron.

-Pasen adelante, señoritas, pasen.

-Gracias.

-¿En qué las puedo ayudar?

-Venimos para que nos lea las cartas. Queremos saber nuestro futuro.

-Muy bien. Para eso estamos. Tomen asiento, por favor.

-Gracias –dijeron ellas al sentarse.

-¿Con cuál de las dos comienzo?

-Bueno, conmigo –respondió la que se veía que era menor que la otra.

-Está bien. Pero aquí se cancela por adelantado.

-Ni que fuéramos a salir agachadas.

-Son las reglas de la empresa.

-¿Cuál empresa? –inquirió una de ellas- Ni que esto fuera McDonalds.

-Son 20 dólares por cada una.

-¡¿Qué?! –exclamaron las dos -. Ni que fuera una consulta en una clínica.

-Bueno, señoritas. Lo toman o lo dejan. Si no están de acuerdo, denle chance a los que están allá afuera en la cola.

-¿Cuál cola? –dijo una de las chicas-. Allá afuera no hay nadie. Ni que esto fuera el banco el día del cobro de las pensiones.

-Paguen, por favor.

-Tenemos solamente 20 dólares. Hágale la consulta a mi hermana que está soltera y con ganas de tener novio –propuso la mayor pasándole el billete.

-La bruja cerró los ojos y comenzó a balbucear unas palabras en una lengua extraña. A lo último lanzó un grito como de chimpancé y por el susto una de las muchachas se cayó de la silla.

-Tranquilas, tranquilas –dijo la bruja-. Es el ritual obligatorio antes de leer las cartas. Es para que se acerque a mí el espíritu del indio Evo Morales. Muy bien –dijo la bruja barajando las cartas de póker-. Pártalas en tres, por favor –le indicó a la joven.

-La chica partió las cartas y la bruja comenzó a extenderlas y sacó una.

-Este rey de picas es un hombre que te está poniendo el ojo encima.

-Ese debe ser el malandro que vive al lado de la casa. Con ese mariguanero no vamos al baile –opinó la hermana.

-Este rey de picas es un hombre ajeno que no tiene muy buenas intenciones. Si fuera el rey de corazones quizá sería bueno, pero no. Este señor es más peligroso que comerse un plato de caraotas amanecidas fuera de la nevera.

-Ajá, pero qué más se ve allí. Dígame.

-Paciencia, mujer. Ajá –dijo mientras volteaba otra carta-. Este 10 de diamantes es el motel de mala muerte que queda a 10 kilómetros desde el pueblo. Allá es donde tienen pensado llevarte, si no te avispas.

-¿Quién? ¿El hombre ajeno? –inquirió la de la consulta.

-Ese mismo.

-Pero, ¿es que no hay nadie más en el camino?

-Los otros están distantes en el tiempo.

-Dios mío. ¿Me iré a quedar solterona?

-Se me hace que no, pero no te ha llegado el tiempo. Debes esperar.

-Pero no puedo esperar tanto. ¿Qué me recomiendan las cartas?

-Por acá lo que te indican es que debes mejorar el look.

-¿Cómo así?

-Debes sustituir ese traperío loco que llevas encima por unos jeans y unas blusas que muestren más tu humanidad, porque de fea no tienes nada. También es bueno que llegues a tu casa y tires ese trapo feo en la caja donde duerme el perro.

-¿Cuál trapo?

-Ese que parece un chaleco antibalas. También es bueno, según me dice en el oído el espíritu del indio Morales, que vayas a la peluquería, porque más que moño lo que llevas allí se parece a un coliflor.

-¿Y de dónde voy a sacar la plata para cambiar de pinta? Por lo visto mi soltería como que va pa’ larga.

-Por eso es bueno que no vayas a caer en tentación. Porque por acá me está soplando el indio que tú ya le andas haciendo ojitos al señor ajeno.

-¿Qué? ¡Eso no es cierto! –protestó la chica.

En eso intervino la hermana:

-Señora, ¿no hay más detalles de cómo es ese señor que le tiene ganas a mi hermana?

-Déjame consultar –dijo la bruja cerrando los ojos y hablando en la lengua extraña-. Ajá. Listo. Por acá el espíritu del indio me dice que es un tipo gordo, barrigón y que no le gusta bañarse.

-¡Miércoles! -exclamó la que acababa de preguntar. ¡Ese es mi marido! ¿Con que esas tenemos? –le dijo con los ojos bien abiertos a la hermana.

-Pero, ¿qué te pasa, Gumersinda? A lo mejor es otro sujeto –respondió la chica.

-Bueno, por favor, señoras –dijo la bruja-. Si se van a agarrar, háganlo allá afuera. Y les agradezco que se retiren ya, porque la consulta terminó. Es más, creo que me quedaron debiendo, porque he culminado leyéndoles las cartas a las dos.

-Ay, pero miren a esta pitonisa. Cómo le gusta el billete fácil –opinó la más joven-. Deme esta ñapa, por favor: pregúntele al espíritu del indio cómo le hago para pagarle a usted lo pendiente, puede ser que regrese en veinte años.

-El indio te recomienda que te pongas bonita, super sexy y te vayas a caminar por la avenida Libertador –respondió la bruja.

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