En realidad, la mujer era más o menos bonita, quizás no pasaría las pruebas estrictas del concurso de miss Venezuela, pero era bonita. Tenía 35 años pero aparentaba 25 y se preocupaba mucho por su apariencia y por todas las vanidades habidas y por haber. Aquella tarde tomó nuevamente su espejo de mano y mientras se contemplaba fijamente preguntó:

-Espejito, espejito mágico, dime tú ¿quién es ahorita la más hermosa del barrio Perro Muerto?

-Bueno, querida, lamento decirte que te serrucharon el puesto –respondió el espejo.

-¿Qué? ¿Qué locura me estás diciendo?

-Como lo oyes. Me duele decírtelo.

-¿Y se puede saber quién es ahora la más bella que yo?

-Es la chica de la casa de atrás, la nieta de Josefita Camacho.

-Pero ella es muy joven. Es casi una niña.

-Ayer la vi pasar por el frente de la casa y noté que es todo un mujerón de las que ya tienen todo grande.

-¿Cómo así?

-Bueno, tú sabes, que si las lolas, el trasero, las batatas.

-Pero no puede ser. Creo que estoy mejor. He invertido bastante plata en eso.

-Lamentablemente la chica te ha superado. Ella es toda natural y fresca como una lechuga. En cambio tus nalgas y tus lolas están llenas de silicón.

-¿Por qué haces esas comparaciones? ¿Qué sabes tú de eso?

-Recuerda que soy el espíritu de quien fue un hombre.

-Ah, quiere decir que yo no te gusto.

-Mi relación contigo es como el de la dueña y el esclavo. No es que tú seas fea. Es que a todo le llega su hora.

-Quiere decir que estoy a punto de perder mis privilegios.

-Nada de eso. Porque esa chica te supere en belleza no significa que tus dos maridos te van a dejar. Estás mejor que muchas mujeres que casi nunca tienen una noche buena ni un hombre que les dé buenos regalitos como a ti.

-Por cierto que Raimundo está cerca de llegar. Son casi las 4 de la tarde.

-¿Y cómo te fue con Felicio esta mañana?

-Bueno, ese señor llega más que todo a dormir. Se cansa por nada y queda como muerto. ¿Será que tiene otra?

-Desde luego. Ese tiene a su esposa. Igual que Raimundo. Creo que andas metida en un berenjenal.

-Tú a veces me suenas como metiche. ¿Así eras cuando estabas vivo?

-Bueno, yo no me metía con los corotos ajenos. Me morí fue porque mi suegra me echó una maldición que me dio mala suerte.

-¿Y qué le hiciste tú a ella?

-Se disgustó conmigo porque le cobré los cien dólares que me debía. Como me dijo que andaba limpia le sugerí que me pagara en especies y hasta ahí llegué yo, porque al día siguiente me agarró una balacera entre dos bandas de malandros.

-Bueno, espejito, lo que me queda es venderte por e-Bay al mejor postor, puede ser que te compre algún brujo de los babalawos de los que mantiene el gobierno, porque tú lo que me produces es más estrés.

-Por favor, mejor échame a la basura. Esos farsantes van a complicar mi condena.

-Si al menos fueras un mejor adivino, pero solo sirves para decirme que si soy o no soy la más bella del barrio. Creo que eres un inútil.

-Haz lo que quieras. Pero te sugiero que mejor te busques a Osmel Souza y a mí me dejes en paz.

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