Por el medio de la calle venía el hombre arreando su burro. La mujer lo vio y le saludó:

-Hola, Lucrecio. ¿Cómo estás?

-Hola, Dorita. Estoy bien, ¿y tú?

-Bien, gracias. ¿Y hoy por qué andas a pie?

-Bueno, dejé el Jeep porque tenía que traer al burro.

-Lo bueno de ellos es que no necesitan gasolina.

-Es cierto. Pero vengo a ver si se lo vendo a alguien.

-Pero ¿no te da lástima salir de tu burro? Ellos son como de la familia.

-Es que este burro en particular es muy molestoso.

-¿Cómo así? Tengo entendido que son animales nobles y pacíficos.

-Es que este nació con la facultad de hablar y habla más paja de la que come a lo largo del día.

-¿Ese burro habla?

-Así como lo oyes. Habla demasiado y a veces ofende.

-Vamos a buscarle conversación para ver. Hola, burrito, ¿cómo está la cosa?

-La cosa está más bella de lo que usted se imagina –le respondió el animal.

-¡Qué maravilla! –expresó Dorita.

-¿Viste que no es embuste? –dijo Lucrecio.

-Claro que no es embuste –dijo el burro-. Pero tampoco es embuste que usted me amenazó bien feo en el día de ayer porque le insinué que era un pichirre porque no me convidaba un poco de maíz de vez en cuando. Y que si seguía negándole la plata a su vieja, que ya no tiene ni zapatos ni pantaletas, la doña un día de estos se le va a pirar con el primer extraño que se lo proponga.

-¡Cállate ya, imbécil! –gritó Lucrecio-. Dentro de poco le hablarás pistoladas a otro. Y voy a ofrecerte a los bodegueros chinos de la esquina, porque sé que ellos gustan del burro a las brasas.

-Por favor, yo sé que no me he portado a la altura contigo, pero no es para tanto. En esa bodega no me vayas a vender. Mejor véndeme a don Nicolás, al que llaman “el burrero”, ese viejo tiene cinco burras solteras en su finca.

-Imagínate tú, que soltero te la pasas hablando tanta paja, si te toca tener a cinco burras como esposas, te vas a convertir en el radio del viejo Nicolás.

-Lucrecio –dijo Dorita-, también lo puedes ofrecer en las casas de los partidos políticos.

-No es mala idea. Este sujeto también se la pasa hablando de política. Y es porque se arrima a la casa cuando escuchamos los noticieros –dijo el hombre-. En los últimos días se la ha pasado puro maldiciendo al gobierno dizque porque los maestros ganan muy mal. Como si él estuviera en la escuela.

-Este burro tiene buena voz y habla con estilo. Lo único que le falta es que se le ponga una corbata para que salga en las campañas electorales. Seguro que arrastra a un bojote de tontos detrás de él –opinó la mujer.

-No, no, no. Por favor –protestó el animal-. Yo tengo mi dignidad. Yo hablaré mucho, pero soy un animal trabajador y con principios.

-Justamente –dijo la mujer-. Eso es lo que necesita Venezuela: personas nobles, trabajadoras y con principios morales.

-No estoy de acuerdo. Preferiblemente es que me dejen abandonado por ahí en el monte. Cuando uno es burro el hambre no es un problema mayor.

-No, burrito. Necesito recuperar la inversión –opinó el hombre.

-Ay sí. Cuándo no. Usted puro con la plata en la cabeza. Ruega que cuando regreses a tu casa la doña siga allí todavía.

-Bueno, Lucrecio, déjame fiado al burro –propuso Dorita-. Después te lo pago.

-¿Fiado? ¿Y qué vas a hacer con él?

-Es que mi esposo está sin trabajo y estamos ahorita en la mera pelazón. Le diré que se pare en las esquinas o en las paradas de los buses y pone al burro a cantar y él lo acompaña con el cuatro.

-No es mala idea –concluyó el burro-. De alguna manera hay que ganarse la vida. Además yo soy muy bueno imitando a Pastor López y a Eros Ramazotti.

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