Diario de emociones 01 | Aceptación y superación | El rechazo

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Un coordial saludo a cada uno de los miembros de Venezolanos Steem; espero que su día lo hayan encontrado colmado de hermosas bendiciones.

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Si vamos a adentrarnos en estás emociones que ocasionaron en nuestra vida un cambio significativo, como lo es el rechazo, quizás lo más apropiado es hablar del desagrado que uno llega a desarrollar hacia sí mismo.

A temprana edad, alrededor de los 5 o 6 años, con nuestros movimientos torpes, pero una mente muy despierta, somos en esencia una hoja en blaco muy susceptible a la opinión de los demás, en especial, de las personas que más se involucran en nuestra vida, la familia. No sé si esto ocurre solo en Latinoamérica, pero en Venezuela es muy común que la familia ocupe el puesto número uno en hacerte bullying. Quizás no tienen intenciones de traumarte, quizás te tiran todos estas cosas feas para que después cuando otro te las diga no te afecte tanto, pero eso no evita que duela.

En mi familia me podrían decir por la mañana como de linda me quedaba la ropita, o que mis cachetes regordetes eran muy adorables; por la noche, todo lo opuesto, llamándome cachetes de marrana flaca o que la ropa no lucía por la terrible postura que traía. Llegué a odiar mi cabello (era tan rizado y esponjoso, que para salir me lo amarraban o tejían), y solo me gustaba cuando me lo planchaban años más tarde (porque decían que me veía mejor así). Tampoco me gustaba mi color moreno de piel, porque era esa época donde las personas de piel blanca eran a los ojos de la sociedad más confiables y agradables.

Sin duda odiaba mucho mi apariencia física; era delgada, con el cabello largo, greñoso y rizado, y mi piel oscura por el sol. Todos me conocían por traer el cabello en una cola alta, y jamás me lo soltaba. No ayudaba que las personas se me acercaran con miradas que consideraba divertidas, incitandome a arreglarme y planchame el pelo para verme mejor. Verme mejor para ti? También sucedió que algunas otras halagaban mi pelo, por parecer una nube de algodón confortable para dormir, pero claro, con la autoestima por el suelo, los cumplidos entraron por un oído y salieron por el otro.

Sin siquiera determe a pensarlo, con un borrón de cosas taladrando mi cabeza, con tantas broncas y defectos que me encontraba día a día, sumado al estrés y decaimiento de la pubertad, tomé unas tijeras y, frente al espejo, me corté el cabello. Toda la vida lo había conservado largo, y lo más corto que me lo dejó la peluquera fue por los omoplatos; sentir mi cabello más arriba de los hombros, corto, y sin opción a atarme una cola, me hizo sentir alivio, como cuando cierras un ciclo.

Ese fue el inicio.

Amaba mi cabello corto, manteniéndolo menos voluminoso con productos. Empecé a entrenar y hacer ejercicio; notaba lo bien que me quedaba y más con mi tono de piel. Empecé a gustarme, y a el mundo le gustaba la satisfacción que sentía hacia mi.

No debía cambiar lo que me había dado la vida para ser feliz y ser aceptada, debía tomar esas cosas y hacerlas virtudes que aprovechar para sentirme especial a mis propios ojos. No necesitaba convertirme en el estereotipo de alguien más.

Si tú pasaste por la misma situación, me gustaría felicitarte, y si aún tienes miedo a intentar ser original, tomate un tiempo, pero recuerda que el miedo permanecerá hasta que tomes el riesgo.

Invito a: @sacra97.