Ya huele a navidad y nuestra casa de los sueños posibles, Venezolanos Steem, comenzó a tentarnos con los recuerdos que hacen que estas fechas se conviertan en experiencias memorables. Debido a que me encantan estas celebraciones, no dudé ni un momento en aceptar la proposición de @rosita1 y aquí estoy, anotándome en el Concurso: navidad feliz.

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Una gran celebración

El mes de diciembre de aquel año estupendo comenzó con buen pie. En esos primeros días discutí mi tesis de grado y obtuve la máxima puntuación. Había, por supuesto, un gran motivo para celebrar y la familia, no podía ser de otra manera, puso tanta determinación en ello que daba la impresión, más bien, de que me había ganado un premio Nobel, sin embargo, aquel jolgorio apoteósico era comprensible, ya que ese primer acontecimiento fue apenas el detonante para otro, bastante significativo, que vendría más tarde.

Nosotros, los hermanos Yáñez Sánchez y otros vecinos del pueblo de Mucoelrío, todos los años, en cuanto comenzaban las navidades hasta el seis de enero, más o menos, nos dedicábamos a cantar aguinaldos y otros ritmos propios de la época. Era la tradicional parranda que amanecía visitando amigos y conocidos en sus hogares para agasajarlos con versos improvisados que los anfitriones disfrutaban con buen ánimo y lo agradecían con atenciones especiales a los parranderos, quienes se esmeraban en que su intervención fuese lo más hermosa posible.

Como consecuencia de estas actividades, fueron surgiendo unos cuantos villancicos y canciones, creados por nosotros mismos, que se hicieron muy populares, tanto dentro del pueblo como fuera de sus límites. Recibimos tantos comentarios sobre las hermosas letras y la inigualable música de aquellas composiciones que uno de mis hermanos declaró, en el mes de septiembre de ese año, con una solemnidad que nunca supimos a quién se la pidió prestada, el enunciado de un proyecto con el que jamás habíamos soñado: “Este año grabaremos un disco con nuestras canciones y anexaremos también algunas de nuestro padre porque es necesario que las suyas también queden registradas para siempre.”

Pasamos dos meses ensayando, con mucha seriedad, catorce canciones que quedaron listas para ser vertidas en el formato de nuestro orgullo y en la matriz del disco compacto que, en aquel tiempo, debería ser enviado al exterior para su edición. Para que esto se hiciera realidad, debimos antes, a principios de noviembre, viajar a un estudio de grabación en la isla de Margarita, donde pasamos tres intensos días cantando sumergidos en una extraña disciplina que dejaba descolocados a quienes estaban acostumbrados a la fraterna informalidad de las parrandas.

Para la segunda semana de diciembre ya nuestro primer disco estaba listo. Fue una emoción inmensa cuando nuestras voces comenzaron a sonar límpidas y armoniosas a través de unos inmensos altavoces que conseguimos para la ocasión. De allí en adelante, todo se convirtió en una celebración, en un motivo de alegría que se prolongó hasta el mes de febrero. Debimos visitar a todas las emisoras de la ciudad, algunos canales regionales de televisión, del estado Sucre y Anzoátegui, nos invitaron a sus programas; durante las parrandas de casa en casa los moradores nos recibían con una efusividad distinta, ya que agradecían, aún más, que los visitáramos para compartir con ellos nuestros logros…

Fue, en verdad, una navidad especial porque comenzó con la celebración del alcance de una meta académica y prosiguió con la consecución de un objetivo artístico que celebramos con el pueblo entero.