La vida es una gran escuela donde, cada día, le agregamos una nueva lección al libro de nuestras experiencias.

_{Portada diseñada en PowerPoint/ Imágenes propias}

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Hace dos días amanecimos en casa sin internet. Pensé que sería alguna interrupción momentánea y que, tal como ha ocurrido algunas veces, en cualquier momento regresaría la señal, sin embargo, cuando les pregunté a los vecinos si estaban pasando por el mismo problema, me dijeron que no, era una avería que solo estaba en las conexiones de mi hogar. En seguida le escribí a la compañía proveedora del servicio un correo y me comuniqué igualmente por medio de Whatsapp, en ambos casos me contestaron, de una manera muy formal, que mi reporte sería comunicado con prontitud al respectivo departamento técnico.

Mientras pasaban las horas lidiando en mi teléfono con unos datos que tardaban una eternidad para llevarme a las páginas donde quería entrar, comencé a pensar en cómo la tecnología nos va creando necesidades que solo algunos años atrás no existían en nuestras preocupaciones. El internet, las computadoras y los teléfonos inteligentes se introdujeron en la cotidianidad de todo el mundo y ya, al parecer, no podemos estar sin ellos. Eso nos asevera que, como individuos pertenecientes a una época determinada, debemos asumir sus cambios para poder ser participantes activos de esa sociedad en que vivimos, para no anquilosarnos en un pasado que nos arrinconará irremisiblemente.

No podemos negar, sin embargo, que siempre ha habido sectores de la sociedad que se resisten a los cambios, que observan en ellos efectos muy peligrosos para el bienestar de nuestra existencia. Desde aquella antigüedad en que comenzó a popularizarse el libro, por ejemplo, no faltó quien advirtiera que se trataba de un instrumento que fomentaba la pasividad, que atentaba contra el dinamismo de la comunicación hablada y por tanto los hombres se convertirían en seres abstraídos de su realidad. Algo parecido sucedió, en su momento, con la televisión, inconmensurables ríos de tinta se escribieron sobre sus deformantes efectos en el comportamiento de los niños y los jóvenes, sobre todo; que es lo mismo que se discute en estos tiempos con respecto a la utilización excesiva de los teléfonos móviles.

Ante estas evidentes disyuntivas, lo que nos ha enseñado la vida, lo que en cierto modo parece inevitable, es que todo lo que el ingenio de los seres humanos ha creado para la comodidad o la diversión, para una mayor efectividad del tiempo y el esfuerzo que invertimos en nuestras actividades, lo adoptaremos en seguida como parte de los elementos o los hechos que comprenden la realidad en que nos encontramos. Ya nos parece sumamente primitivo estar en el mundo sin internet, se nos atasca el tiempo y se nos complica las más elementales obligaciones, así lo percibí yo hace dos días.

Los riesgos que cada nuevo avance trae consigo debemos, por supuesto, evaluarlos para buscar la manera de contrarrestarlos, pero es necesario concientizar que jamás podremos detener los cambios que nos imponen las circunstancias y solo debemos aprender a manejarlos, atendiendo con sensatez sus beneficios y desventajas.

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Invito a los amigos:
@lanegra2804,
@sol02 y
@crisvera

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_{Nota:Todas las imágenes pertenecen al autor y fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}