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Tres días antes de morir, el abuelo Vicente se quedó mirando el cuadro que teníamos desde hace muchos años colgado en una pared de la sala e intentó levantarse del mueble en que se encontraba sentado, pero el peso de sus 91 años no se lo permitió; con la cabeza levantada y con su mano temblorosa señalando hacia la pintura nos dijo entonces con una convicción desorientadora que Carmen Belén le estaba haciendo señas desde el carretón para que se fuera con ella.

La abuela Carmen Belén había fallecido dos años atrás y desde ese momento la lúcida memoria del abuelo comenzó a naufragar en la desorientación; los episodios de olvido se hicieron frecuentes hasta que un día el hilo de su antes agradable conversación se dividió en mil pedazos inconexos, en relámpagos de palabras que podían irse al pasado o al presente sin ninguna explicación de por medio. Por esa razón, no le hicimos mucho caso cuando de repente comenzó a ver en el cuadro a la mujer que había tenido a su lado durante 61 años. "En medio de su demencia vislumbra a la esposa que tanto amó -dijimos con resignación- porque su alma se niega de esa forma a olvidarla por completo".

No se trató de un incidente pasajero como muchos otros que habían sucedido antes. Al día siguiente el abuelo Vicente se quedó de nuevo observando la pintura desde su acostumbrado sillón, saludó alegremente con la mano derecha, sonrió con infinita ternura y declaró con desmedida emoción: "ahí está Carmen Belén en la carreta, tan bella como siempre, hoy se puso una corona de flores blancas en el pelo, pero no dice nada, solo me hace señas para que vaya a acompañarla"… En la tarde de ese mismo día, cuando mi hermana le fue a dar el medicamento que tomaba antes de la cena, lo encontró muerto en el mueble. Tenía en el rostro una regocijada expresión de amor y los dos brazos cruzados sobre el pecho, como abrazando a un cuerpo imaginario.

Después del sepelio, decidimos descolgar el cuadro de la sala y guardarlo en el cuarto de los cachivaches que se encontraba en el piso de arriba; nos inquietaba que nuestros ojos todo el tiempo tropezaban con esa pintoresca escena de la carreta desde donde, según el abuelo, lo llamaba su amantísima esposa. Tristes y exhaustas por todo lo acontecido, esa noche nos retiramos a dormir temprano, pero eran las doce exactamente cuando nos despertó el nítido traqueteo de las ruedas de una carreta que se encontraba dentro de la casa. A pesar de estar aterradas, corrimos todas hacia la sala, sin embargo, no había nada, solo ese persistente chirrido de unos ejes que nos entumecía los huesos. Estábamos al borde de la desesperación cuando subí corriendo a buscar el cuadro y lo regresé a su lugar de siempre. Fue así como se detuvo el traqueteo de la carreta.

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Invito a la amiga @paholags para que se sume a este creativo concurso.