De Lunes a Lunes/Semana 9/Entonces fue cuando abrí mi bocota/ @cruzamilcar63

Un error tan grande como mi culpa


Ocurrió en ese pasado reciente de nuestra economía. Cuando los productos básicos escaseaban en el mercado y era una odisea conseguir cualquiera de ellos. Vivíamos pendientes de las colas para adquirir lo que necesitábamos y de lo que las demás personas cargaban en las bolsas; si llevaban en estas alguno de los rubros que estaban en el inventario de los más perseguidos, en seguida les preguntábamos dónde lo había comprado.

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La lista era larga: arroz, espagueti, azúcar, harina de maíz, leche, café, aceite, pollo, carne de res y otros que ya no recuerdo. Durante esos tiempos de penurias, mi esposa y yo salíamos a peregrinar por cuanto supermercado, abasto y bodega había en Barcelona, Lechería y Puerto La Cruz. El fin de semana, sobre todo los sábados, arrancábamos bien temprano y el resto de los días, a la hora en que saliéramos de trabajar, nos íbamos a recorrer los comercios a ver qué encontrábamos.

La experiencia en estos avatares nos fue convirtiendo en unos expertos para desentrañar, a simple vista, cuál de las colas avanzaba más rápido, qué oportunidad teníamos de comprar, antes de que el producto se acabara, cuál era el modo más rápido de cancelar y de cuánto tiempo podíamos disponer para visitar dos o tres sitios más. Aquel trajín se convirtió en un arte que dominábamos a la perfección. El cansancio y los lamentos se llevaban a casa o los disipaban, a veces, la alegría y ternura de los nietos, que todavía estaban en este país.

En un inútil intento por buscarle alguna solución al problema del desabastecimiento y las inmensas colas, nuestros flamantes dirigentes de la economía decidieron discriminar las compras según el último número de la cédula de identidad. Cada día de la semana les tocaba a dos dígitos diferentes. Esta medida, por supuesto, no resolvió la inmensa escasez ni las interminables hileras de personas; pero, al menos, contribuyó a que los comercios tuvieran a mano un instrumento para determinar quiénes tenían derecho a comprar, de acuerdo con los lineamientos pautados por la legalidad oficial.

Fue un sábado en la mañana, cuando me encontraba charlando con mi amigo Chuito Malavé que nos dijeron que en el Unicasa de Plaza Mayor estaban vendiendo aceite libremente, es decir, sin el inquebrantable filtro del número de cédula. Ni a él ni a mí, según el último dígito de nuestro carnet de identidad, nos tocaba ese día; por eso dudamos en salir corriendo para allá, sin embargo, como la persona que nos dio la información llevaba tres aceites abrazados con la misma actitud de quien carga un recién nacido, y en la casa de ninguno de nosotros dos había nada con qué freír o hacer una ensalada, decidimos ir, tan rápido como fuera posible.

Cuando llegamos al supermercado, todavía quedaba del producto que fuimos a buscar, pero ya no le estaban vendiendo a todo el mundo, sino a quien le tocaba ese día solamente. Decidimos entrar, de todas formas, para comprar otras cosas y no perder el viaje por completo -en verdad no había mucha gente, algo bien raro-. Una vez adentro, Chuito dijo que iba a poner tres aceites en el carrito de la compra, a ver si por buena suerte lograba que se los cobraran y salir con ellos; yo opté por hacer lo mismo.

En el momento en que nos tocó cancelar, Chuito que iba delante de mí, entregó su cédula, pagó y continuó su camino, sonriendo, feliz, porque había podido obtener sus tres aceites. Pero cuando llegó mi turno, la cajera dijo que no podía vendérmelos porque, según mi cédula, no me tocaba ese día. Fue allí cuando, sin detenerme a pensarlo mucho, abrí mi bocota para decir: "Pero si no es por número de cédula, a él le vendieron y tampoco le toca hoy," y señalé a mi amigo, que estaba de espaldas, listo ya para salir del local. Aquella mujer se levantó inmediatamente y le dijo al vigilante que estaba en la puerta: "No lo deje salir, por favor, tráigalo acá inmediatamente." Y Chuito tuvo que regresar y devolver, por mi culpa, por mi gran culpa, los aceites que ya casi eran suyos. Menos mal que no se dio cuenta de que fui yo el causante de aquel percance. Un día de estos le contaré la verdad.




Invito a los amigos: @felixgarciap, @lachicarebelde y @elnegro23.




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 2 years ago 
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Me encantó leerte, mi admirado @cruzamilcar63! Si no lo cuentas tú mismo, no hubiese creído que tu lengua te llevara a cometer una imprudencia de ese tamaño.
Gracias por compartir esta anécdota con nosostros.
Saludos.

Mi apreciada @eudisdiaz, la verdad es que debió ocurrir por las terribles circunstancias de la época, ya que nunca me he caracterizado por andar pregonando, sin meditarlo mucho, cosas como esas; pero, bueno, sucedió... Gracias por sus comentarios, amiga. Saludos y éxitos.

Saludos hermano..
Totalmente realidad este buen relato de aquellos tiempos para el olvido dónde las amanecidas, las colas y hasta el comprar más caro eran las penurias que teníamos que pasar para poder adquirir los productos de primera necesidad.
Si no hubiese dicho nada más bien su amigo le vendía uno para que no se fuera en blanco 😂.

Sí, hermano, fueron tiempos bien rudos. Gracias por leer y comentar. Saludos.

Qué días, amigo... ¡Qué. días! Eso que nos pasó mostró que nuestra resistencia no tiene límites. Has tocado puntos cómo ese de adivinar qué traía el otro en la bolsa y preguntarle dónde lo compró. Asuntos inusuales que vimos como normales ; cuánto cajero no se volvió un verdugo para imponer los códigos de la locura.

Sí, que habría valido un silencio para que luego el amigo te vendiera un litro de aceite, pero no imaginabas el giro que tomó todo.

Saludos cordiales, gracias por contarnos tu anécdota.

Tiempos duros, amiga, que solo había que resistir. En esa oportunidad que refiero abrí mi bocota sin ninguna malicia, casi sin pensarlo, algo extraño en esos tiempos en que andábamos alertas. Pero, bueno, lo que ha de pasar como que pasa de todas maneras. Saludos.

Sí, la mayoría de las veces pecamos inocentemente y después es que nos lamentamos y aprendemos. Saludos cordiales. Gracias

Qué anécdota, mi amigo @cruzamilcar63! La lengua es el único músculo del cuerpo que nos puede meter en líos.
Magnífica presentación.

Gracias, amiga, sí, la lengua siempre metiéndonos en problemas. Saludos.

Santo pepe, que hiciste papá?

Parece que perdí la brújula... Saludos, amiga.

Es que en esos tiempos de desabastecimiento de lo más básico, no pensabamos, reaccionabamos.
Saludos

Jajajaja. Por favor, no le cuentes nada a Chuito, porque es capaz de "freírte la cabeza en aceite", jajajaja.

Es verdad, mejor no le cuento nada. Lo primero que me dirá es: "Tú sí eres boca abierta..." y se lo contará a todo el mundo.

Jajaja. "Boca aguá". jajajaja.

Creo que si le cuentas eso a tu amigo, no te habla más, jajaja.

Excelente relato amigo. Saludos.

Creo que no se lo contaré; pero no por temor a que se moleste, sino por el chalequeo que puede surgir hasta quién sabe cuándo. Saludos, amigo, y gracias por comentar.

Amigo, me imagino lo mal que te sentiste al ver que le quitaron los aceite a su amigo. A veces ocurren estás cosa así como automáticamente pero esas consecuencia nos dan tristeza luego. Espero que después hayan logrado comprarlo.
Saludos

Menos mal que ya esos tiempos duros pasaron, amiga. Todavía nos cuesta alguna veces salir adelante, pero, por lo menos, ya esos ajetreos no ocupan nuestro tiempo. Gracias por comentar. Saludos.

Te salvaste por un pelo amigo jajaj, buan anecdota esta bocota traicionera, gran saludos para ti.

Un abrazo, amiga. Gracias por tus comentarios. Saludos.

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