De Lunes a Lunes/ Semana 11/ Sí, soy tiquismiquis/ por @cruzamilcar63

El increíble caso de la prima Damarys


La prima Damarys siempre fue un caso, el ejemplo evidente de una persona llena de demasiados remilgos. En la mañana cuando todos se levantaban, sus dos hermanas debían asegurarse de ocupar el baño para el aseo personal antes de que ella entrara porque, de lo contrario, había un desespero que muchas veces terminaba en enfrentamientos verbales, debido a que Damarys pasaba un largo tiempo encerrada allí, acicalándose con toda la calma y perfección posibles a esas primeras horas del día en que cada quien necesitaba arreglarse para salir a sus compromisos cotidianos. “Yo no voy a ir para la calle así tan descuidadas como ustedes,” era la chocante respuesta que les daba a sus hermanas cuando se ponían histéricas ante su desconsiderado comportamiento.

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En el momento de la comida, también desplegaba sus excéntricas particularidades para sacar de quicio a quienes no estaban acostumbrados a sus meticulosos procedimientos. Revisaba los cubiertos para constatar si estaban tan limpios como ella los quería, debía tener al alcance de la mano una servilleta de tela y los alimentos tenían que estar ordenados impecablemente en el plato: todo bien agrupado y distribuido, sin que nada se desparramara por ningún lado. La tía Josefina, su comprensiva madre, si estaba de ánimo, procuraba complacerla, pero casi siempre le decía: “sírvete tú misma que esta vaina no es un restaurant…”

Otra de los singulares hábitos de Damarys era que no le gustaba, por nada del mundo, cargar bolsas cuando estaba en la calle, y mucho menos si se trataban de las típicas bolsas plásticas donde se transportaban los víveres y demás productos del mercado. En más de una oportunidad, tanto la tía Josefina como sus hermanas, la tuvieron que obligar a cargarlas porque ella era capaz de dejar en cualquier lado lo que ya habían comprado, con tal de no llevar consigo ningún paquete guindando.

Su madre, con la intención de hacerla desistir de tan sofisticada costumbre, de manera frecuente la mandaba al abasto o al mercado con algún encargo urgente para solucionar cualquier contingencia del día. Pero, para esas eventualidades a la cuales no se podía negar, Damarys contaba con su fiel amiga Georgina. Esta siempre estaba dispuesta a acompañarla y era habitual que, de regreso, terminara ella trayendo las bolsas de la compra hasta la casa de la tía Josefina, mientras Damarys la arropaba con unas conversaciones estrafalarias que la divertían demás.

Pero ocurrió un día que Georgina desarrolló tan grande admiración por su amiga Damarys que no solo remedó sus excentricidades, sino que las llevó hacia unos niveles mucho más altos; por lo tanto, no se conformaba aquella con la displicencia de cargar bolsas colgando en las manos, sino que odiaba estar entre esa aglomeración de gente en el mercado y los demás sitios de ventas comunes. A la prima no le quedó más remedio que arreglárselas sola cuando su mamá la obligaba a ir de compras.

Hoy en día la tía Josefina asegura que a Damarys se le quitaron esas mariqueras desde que se casó y parió el niño más inquieto de este mundo, en una época, además, en que había que fajarse a hacer cola como las buenas para conseguir cualquier artículo de primera necesidad.




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Invito a los amigos: @felixgarciap y @evagavilan




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Bueno con la situación actual a quien no se le quita esos detalles de tiquismiquisq y con un niño inquieto más rápido. jajaja
Saludos

Saludos, amiga. Gracias por acercarte a mi publicación. Éxito.

Ay, Dios, pobrecita Damarys! jajajaja Qué historia tan refrescante, @cruzamilcar63!

Hola, amiga @danapalooza... Me alegra que haya disfrutado mi publicación. Gracias por comentar. Saludos.

Eso si lo comparto, no las marisquera como dices tu, la paciencia la perdí con mi hijo menor, toda absolutamente toda mi paciencia se agoto jajajajajaj.

Bueno, espero que su paciencia regrese pronto, que no la haya perdido totalmente. Saludos.

Cásate y verás o la cotidianidad cura los remilgos; más de un pretencioso dejó sus excentricidades cuando les tocó criar a sus propios hijos y estos no venían a prueba de tonterías.
Como siempre una impecable participación.

Saludos cordiales.

Es cierto, amiga, los hijos son nuestra prueba de fuego para saber cuánto se ama y de cuántas cosas somos capaces. Saludos.

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