"Criollísimo 5 – Gastronómico" + @cruzamilcar63

De la mano de @marcybetancourt, volvió el Reto criollísimo, en su quinta edición, dedicado esta vez a la gastronomía tradicional de nuestro país. Hice mi selección, en esta oportunidad, sin muchas dudas. Como siempre se ha dicho, es bueno ingerir de todo porque está mal visto despreciar la comida, pero nuestras preferencias, en ese aspecto, se decantan por ciertos platos que resultan más atrayentes al paladar. Y eso es muy comprensible.

En el patio de mi casa había una catajarria de matas de mango, por eso este fruto es omnipresente en mi existencia. Creo que por todo Carúpano y sus alrededores ocurre algo semejante, el mango representa una tradición insobornable. Dicen que al pueblo de Macarapana, durante los años setenta, llegó una joven maestra, con novedosos métodos de instrucción, que le planteó a uno de sus alumnos, a quien enseñaba a sumar, el siguiente caso: Si tú tienes cuatro mangos y yo te regalo dos más cuántos tienes. Y el niño contestó: Eso es facilito, son dos jaleas… El mango, como es obvio, en todas las formas en que pueda ser comido y procesado tendrá siempre mi preferencia y allí, por supuesto, se encuentra el carato.

La única verdad es que una arepa caliente, así solo tenga mantequilla adentro, es una delicia. Pero, si tengo sobre la mesa varias opciones, escogeré la “Reina pepiada.” Es muy fácil, todo lo que lleva aguacate en su preparación, es bueno: y si además está acompañado con pollo es imposible que no sea sabroso; a menos que el cocinero tenga muy mala mano. La untuosidad que se conforma con el relleno de esta arepa, cuyo nombre está asociado a la belleza venezolana, es una experiencia única para el paladar.

Me gusta la cachapa como la preparan, desde tiempos inmemoriales, en mi pueblo: con un punto de dulce y tendida sobre un aripo caliente al que le han puesto antes una cubierta de hojas de banana; esta aporta su aroma y sabor incomparable al del maíz tierno para conjugarse en un resultado que sobrepasa las expectativas del paladar más exigente. Se trata de una cachapa de tamaño regular que se cocina con firmeza por ambos lados, por tanto, puede abrirse por el centro para colocarle su respectivo relleno. En los tiempos de recolección de mazorcas, en las tardes, todo el pueblo se envuelve con la fragancia inconfundible de las cachapas.

Llegando a Ciudad Bolívar, me dijo una guayanesa que cuando probara el queso iba a perder la cabeza. Claro, la canción no es así, pero puede aplicársele igualmente a este producto lácteo exquisito. Tengo entendido que por todos esos pueblos que se encuentran más allá del Orinoco, comen este queso acompañado con ese dulce emblemático denominado catalina y que se atreven igualmente a combinarlo con coco y papelón. Respeto esas opciones, pero para mí no hay nada mejor que saborearlo, untuoso y derretido, dentro de una arepa caliente.

El cochino frito no puede comparase con nada. Hubo una época en que algunos nutricionistas aseguraron que la carne de cerdo era una de las más perniciosas para el organismo. Tiempo después, para no quedar mal, declararon todo lo contrario, porque se dieron cuenta de que nadie les hizo caso; ninguna persona, en su sano juicio, desprecia una ración del dorado, e inigualable cochino frito. Y si está acompañado con cachapa y aguacate, mucho menos. Siempre existirán por allí uno o dos melindrosos que no les gusta, pero esos son de los pocos que se quedaron leyendo a aquellos nutricionistas.