El hombre ante la tentación

---

De repente la palabra descender pierde, ante la escena, su significado original, porque cómo puede descender quien ha soportado, por amor, los más cruentos castigos impuestos por la inconsciencia del hombre. Cuando miramos que Jesús es bajado de la cruz, asistimos a un paso más, o a una de las más terribles pruebas, de su ascenso hacia la eternidad de los cielos. El martirio no solo se trata del dolor infringido a un ser humano, sino también de la más grande tentación para alguien consciente de sus poderes, que es capaz de expulsar a los demonios, de hacer que la naturaleza le obedezca, de curar a los enfermos y de resucitar a los muertos, debido a que domina los secretos de la creación y, sin embargo, acepta con la mansedumbre del cordero las más atroces acciones en su contra.

_Fuente

Desde el punto de vista humano, su apostolado en este mundo está marcado por una constante tentación que solo su naturaleza divina puede domeñar. No es difícil encontrar en nuestro devenir histórico a un gran número de individuos -líderes políticos, religiosos y de todo tipo- que en cuanto alcanzan aunque sea una pequeña cuota de poder, se convierten en seres despóticos, soberbios, con poca o sin ninguna consideración para sus semejantes, en seres despreciables que abusan, con flagrante fascinación, de sus prerrogativas. El inconsistente comportamiento de nuestra racional especie presenta, con frecuencia, estos devaneos que embadurnan con execrables ejemplos el paso de los siglos.

Jesús de Nazaret, el hijo del hombre, el varón que caminaba acompañado de gente común y corriente, ostentaba unos poderes que se encontraban mucho más allá de la comprensión lógica, poseía la facultad de obrar milagros, de realizar actos maravillosos para los que no existía ninguna explicación coherente; sin embargo, jamás llegó a utilizar estos prodigios como manifestaciones de presunción, para solo demostrar sus facultades o las cosas extraordinarias que era capaz de hacer, lo cual pudo ocurrir en caso de que su condición humana prevaleciera en los momentos de apremio, en medio de esas situaciones efervescentes en las que emergen, sin que se puedan evitar, esos sentimientos escondidos en lo más recóndito del alma.

Pero nunca fue así. Ni siquiera cuando fue vejado, maltratado y crucificado hasta morir, sintió el Nazareno la tentación de apelar a sus poderes para evadir el castigo y vengarse de quienes lo maltrataban. Como hombre solo pudo permitirse dudar de la protección del padre cuando el dolor de todas sus heridas se hizo casi insoportable en su debilitado cuerpo. Una vez que fallece, el descenso de la cruz es apenas una secuencia instantánea que será borrada por su ascenso hacia los cielos; que será eclipsada por el milagro de la resurrección para asegurarle al hombre que la eternidad existe al lado del Padre y que por el amor y la salvación de todos aceptó los designios de su misión en la tierra.

---

---

---

Invito a la amiga: @geminis56

---

---

---

Nota: La publicación está configurada con el 15% para esta comunidad.