Arte y escritura/ Semana 26/ "Ya no hay publicación"

Esta vez, sin embargo, no experimentó ninguna duda; esa obra del tal Mulready, “Juglares fatigados,” la impresionó de inmediato porque le recordó a sus dos nietos: Gabriel y Roberto. Hace apenas veinte días que estaban aquí con ella, pero se fueron con sus padres para Bogotá, a buscar en el extranjero las oportunidades que no han tenido en su país. Ambos son músicos, ella misma se encargaba de llevarlos a la academia para que desarrollaran ese don que, desde muy pequeños, demostraron tener. Era un placer y un orgullo observar cómo tocaban la flauta, el violín, la guitarra, cualquier instrumento que les pusieran en las manos, esos dos muchachos lo hacían sonar sabroso.

Los mensajes que le enviaban decían que se encontraban muy bien, que ya a Fernando, su hijo, le habían ofrecido un buen trabajo y muy pronto alquilarían una casa amplia para que ella se fuera también; pero la abuela sospechaba que la situación no era tan fácil como querían hacerle ver. Las pocas veces que habían hablado, percibió claramente un dejo de tristeza en esas voces que aparentaban felicidad. Por eso fue que ella insistió, una y otra vez, en que le dijeran la verdad, que no estuvieran mintiéndole porque, a fin de cuentas, todo en esta vida se sabe.

Fue entonces cuando le confesaron que lo peor de Bogotá era el frío que no los dejaba ni un instante en paz, pero que ya se acostumbrarían a ese clima porque no había más remedio; que lo del futuro trabajo de Fernando era cierto y que estuvieron muy preocupados porque el dinero que habían llevado lo estaban gastando muy rápido, sin embargo, ya no se encontraban tan angustiados, debido a que Gabriel y Roberto, sus dos queridos nietos, todas las noches tocaban la guitarra y la flauta en la esquina de una calle, donde recibían tantas propinas que el dinero les alcanzaba para todos sus gastos.

Hizo tantas preguntas sobre aquello y las respuestas fueron tan ligeras y optimistas que decidió creerles. No obstante, ahora que observaba el cuadro de “Los juglares fatigados,” no pudo evitar la comparación entre esos dos niños dormidos en la calle, que parecen también ser músicos, con sus nietos que se encontraban en una esquina, bajo la helada noche de Bogotá, ejecutando sus instrumentos para ganarse la vida.

Ya se iba a poner a escribir sobre todo esto cuando llegó al teléfono un mensaje de Roberto: "Bendición, abuela, te mandé a tu cuenta 60 $ de lo que me gano tocando." Y fue tanta su alegría que entonces Arte y escritura se quedó sin una participante esta semana.

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