Con muchísimo gusto participo nuevamente en esta invitación que desde la comunidad #VenezolanosSteem nos hace nuestra amiga @marcybetancourt, con esta temática muy venezolana, que tiene que ver con:

arepas

y

zaperoco

Si deseas saber más te invito a revisar el siguiente link

Para nosotros estas palabras forman parte de nuestra cotidianidad; la palabra arepa la nombranos diariamente, esta asiduidad la da el hecho de que sea nuestra preferida para los desayunos y cenas. Tanto así que hay quien dice que si no desayuna con ella siente que no ha comido.

El zaperoco también es común porque somos gente alborotada, que para todo hacemos una alharaca, aunque no pareciera, esto sobre todo se nota cuando nos comparamos con otras culturas, en las que suelen ser más comedidos y hasta fríos en su comportamiento habitual.

_{La imagen corresponde a un cuadro en óleo elaborado por mí, titulado La arepera.}

Para este concurso traigo la siguiente anécdota de cuando estudiaba en el Pedagógico de Maracay. Estaba en el turno de la mañana y algunas veces tenía “huecos” en el horario que hacía que pudiera tomar más tiempo para hacer un buen desayuno. Alguien había dicho que por detrás de esta institución había un sitio donde vendían unas deliciosas arepas.

Fui la primera vez con tres compañeras de equipo y sí que era bueno el sitio porque las arepas, hechas a leña y con el relleno que uno quisiera, eran muy ricas; esa vez nos ubicamos cerca de una mesa, desde donde se podía ver a la señora que las hacía y llegaba también el rico aroma. Una muchacha nos atendió, las pedimos con carne mechada y refresco. Volvímos otro día y repetimos el desayuno pero cambiamos el acompañante: nos retiramos muy conformes.

En otra oportunidad volvimos y parece que el rumor de que las arepas eran buenas se había extendido. Había muchas personas ahí esperando para ser atendidas. Aún recuerdo a la señora, que las hacía, visiblemente estresada por el círculo de personas que rodeaban el fogón y ya tenían, inclusive, seleccionadas las suyas en el budare: “cuando salga aquella es mía”, dijo alguien, “esa es mía, yo la pedí primero” contestó otra, “la mía es la quemadita”, “esa es mía, yo tengo rato esperando” y así cada uno marcaba el territorio de la arepa en el budare. De repente se formó un zaperoco, y hasta la misma señora que tendía las arepas dijo: “ay no, me van a volver loca, no les vendo a ninguno”.

Ese día nos fuimos del lugar sin comer, no quedaba arepa sobre el budare que no tuviera ya un potencial dueño y el tiempo que teníamos era limitado. No volvimos a recorrer aquel camino para buscar arepas del fogón a la boca y tuvimos que conformarnos con las arepitas fritas con queso rallado que vendían en el cafetín.

@charjaim