Solo conocí una abuela, la materna. Yo fui la mayor de sus nietos.

Mi abuela no se parecía en nada a la viejecita de los cuentos, con lentes, agujas de tejer y un gato. La mía fumaba tabaco, (por gusto, no porque tuviera algún poder adivinatorio) y su trato lo marcaba el humor con el que se levantara. La mayoría del tiempo estaba malencarada.

Era muy cariñosa con los nietos pequeños, a los que cargaba y bailaba encima de sus piernas; con los más grandes era regañona, siempre reclamando que le dañábamos las matas, cosa que era cierta. Nuestra afición principal era correr y perseguirnos unos a otros, por lo que pasarles por encima a las plantas y aplastarlas era frecuente.

Nací en Caracas, en la selva de cemento y fue a los siete años, cuando mis padres se mudan a Maracay y nos tocó quedarnos a vivir con ella mientras se construía la casa nuestra.

En la casa de mi abuela conocí el guarapo, (café aguado bien dulce) que nos daba con butaque, (un pan duro, con forma de butaca), mientras ella hacía las arepas. Estas eran grandes y gruesas.

Recuerdo bien el humo del fogón y el aroma del café recién colado entrando con el resplandor del sol por la pequeña ventana del rancho, ese extraordinario aroma está entre mis preferidos.

Pronto nos mudamos a nuestra casa, bastante cerca, en las tardes íbamos a visitarla; ella nos compartía algo que había hecho: dulces, caraotas, café, también jugábamos barajas, a ella le gustaba hacer trampa, nunca quería perder.

La abuela era el núcleo de la familia, en torno a ella giraba todo. Las reuniones familiares cada domingos en su casa y los días navideños, incluida la elaboración de las hallacas era lo normal. Cuando partió hace 29 años, se fue separando también el grupo familiar, cada uno celebraba en sus propias casas y el punto de encuentro se perdió.

_{En esta imagen están: mi abuela, la niña que está de pie es @lilianajimenez; adelante, @mariaabi, el niño a su lado es @leonardojj333, yo estoy con una blusa roja, mi hija @nakary en mi vientre, al lado mi hermana @zorajaime.}

Es raro el día que no la nombro o evoco, a medida que voy pisando sus edades, sin proponérmelo, voy emulando comportamientos, respuestas o rituales. Me gusta, por ejemplo, que las hallacas conserven ese gusto que encontraba en las de ella, o el asado negro con su secreto personal.

Ahora voy entendiendo su manera de querer; y ese humor que nos dejó tan buenas historias. Me gusta contar las anécdotas y vivencias que tuve con ella: la manera como imitaba voces y comportamientos de los otros; sus expresiones y salidas jocosas, ante cualquier situación; su forma de jugar barajas y el trompito "todos ponen"; la ironía y malicia que imprimía a lo que hacía.

Pero sobre todo, recordarla sentada sosteniendo su tabaco con los ojos entrecerrados mirando lejos, para en cualquier momento soltar un "ah mundo" que recogía nostalgia, anhelos y mucha picardía.

Le estoy muy agradecida, aprendí muchas lecciones para la vida.

Esta fue mi entrada para el concurso de @marcybetancourt, de nombre Venezuela - Concurso, que ya llegó a la semana 22. Puedes leer más aquí.

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Imágenes propias de mi archivo personal.

@charjaim