Es 31 de diciembre de un año cualquiera, dentro de unas horas vamos a recibir el nuevo año. El día estuvo agitado acomodando, haciendo el tradicional asado con el secreto de la abuela. La casa toda huele a salsas con clavitos dulces.

Mi cama es un completo desorden, cajas y ropa permanecen encima esperando que decida qué me voy a poner, tengo varios años que no estreno, solo estoy pendiente de no repetir la blusa por aquello de las fotografías y el facebook.

_{Con mi hija mayor y nieta en otro fin de año.}

Por fin salgo al patio ya están organizadas las mesas, cuento que no falten asientos para las quince personas que nos reuniremos a comer. Mi hija da los últimos toques a la ensalada de gallina, ella cocina muy rico, y es en los últimos años quien organiza lo que se va a comer. Pero siempre cuenta con la ayuda de sus hermanos en todo momento.

_{Mi hijo ayudando en los preparativos de fin de año.}

No hacemos un ritual para la cena, hay años en que alguien dice algún mensaje y luego cada uno da el suyo, hay otros, que solo nos sentamos y devoramos la comida. Entiendo bien que lo que hacemos es evitar momentos emotivos que nos dañen la digestión. Mis hijos varones tienen un excelente humor y siempre tienen una salida jocosa para todo, por lo que la cena siempre está rodeada de camaradería y risas. Hay que apartar también el momento para las fotografías familiares.

_{Hijos, yerno y nietos}

Por fin cenamos, aún faltan por lo menos tres horas para que alguien vaya a poner la radio donde invariablemente un locutor con buena voz, (creo que ya está grabado) leerá Las Uvas del Tiempo de Andrés Eloy Blanco, ese es otro momento álgido, por lo que uno de mis hijos dice, con voz poética, "madre, esta noche se nos muere un gallo" y quita así la idea derramar alguna lágrima.

Pero antes de que ese momento llegue, ¿qué hacer? Nos reunimos en el patio, algunos años hasta jugamos, preparábamos una especie de cuestionario y cada uno iba dando respuesta a esas preguntas, pero el año anterior no nos dio tiempo, comimos, nos sentamos a conversar y de repente alguien dijo «ya falta poco para las doce»

En casa no comemos uvas, nunca incentivé ese ritual, capaz que con lo tremendos que son se hubiera atorado alguno tratando de terminar primero. No hay nada de formalismo en nuestro comportamiento. Sino un único y completo bochinche donde cada uno tendrá que dejar para después cualquier intención de ponerse triste. Hasta que llegado el momento se quiebre y ahí estaremos todos juntos para abrazarnos en cambote, ni que fuésemos de hierro.

Cada año alguien empieza a dar "felíz año" antes de tiempo, bien sea porque tenga su reloj adelantado, o porque escuchó en la radio o porque los vecinos ya se abrazaron, entonces llega corriendo a la rueda, donde estamos todos agarrados de las manos, gritando «ya sonó, ya sonó» y en ese minuto de confusión se nos llega la hora y nos abrazamos, uno por uno o de dos en dos y hasta repetimos porque a la hora de abrazar brazos es lo que sobra.

_{Mi hijo y su familia.}

Hace años alguien me dijo que así como recibiera el año así sería el siguiente, por eso evito acostarme o estar en el baño, me acostumbré también a apretar a las doce, una moneda o un billete para tener dinero todo el año. En otras ocasiones les hacía cheques simbólicos a los hijos para que hicieran lo mismo.

Luego salimos a la calle, nos abrazamos con los vecinos y vemos los fuegos artificiales, después volvemos al patio a cantar karaoke, todo esto que he descrito se llama felicidad, no tener un 31 como esto es doloroso, cada vez que suene una campanita de la canción de Néstor Zabarce, es como si se reventara una cuerda vocal, por ello repetimos los momentos cada año.

Comienza el 2022 y se multiplican mis deseos de SALUD, BIENESTAR, PROSPERIDAD Y MUCHO AMOR para todos.