Venezuela Concurso/Tercera edición/ Siente la naturaleza/ La lluvia / Siempre de vuelta
Saludos, aquí dejo mi participación a la última convocatoria de Siente la Naturaleza propuesta por @evagavilan en la Comunidad de #VenezolanosSteem.
Infinitas gracias @marcybetancourt y @solperez por su disposición y organización en ayuda de los venezolanos.
Antolina Martell. Foto tomada de mi celular ZTE. Mayo 2021.
Siempre de vuelta
A Mario y Mercedes, de Cumanacoa
El amor de ellos fue de esos a prueba de granizos. De mucho coraje para enfrentar a la vida. Porque la muerte, como se sabe, nos brinda el camino fácil.
El franco amor de los dos, me llevó de la mano por mucho tiempo. Del libro a la fantasía, de la fantasía a las flores, de las flores a los pájaros, de los pájaros a la ópera, de la conversación al cuento.
Cuando los pienso en su casa, la sueño silenciosa, melodiosa y calma, como la lluvia añorada de Lorca, alumbrada por los luceros diamantinos de Machado, sazonada de amor terrenal de Mario y Mercedes.
En el patio donde se tostaba el café y se pilaba el maíz, pasaba un riachuelo. Ese hilo de agua de lluvia traía nutrientes de tierras lejanas, refrescaba el orquídeario recinto de parásitas bajo la sombra de un flamboyán, con sus flameadas ramas protegía los delicados pétalos violáceos de la colección de catleyas.
En el corredor lateral, bueno para leer en solitario al comienzo de la tarde, la brisa anuncia, olor inefable, la proximidad de la lluvia. Todo revolotea, la algarabía de los pájaros, las rítmicas palmeras, los golpeteos de las ventanas, el taconeo urgente hacia la cocina para preparar el cacao.
La tempestad propiciaba conversar al vaivén de las mecedoras. Una manta o un fular nos cubrían del frescor de la humedad, renacen musgos y helechos. Aspiraba el dulce aroma a canela, una suave sensación de gratitud se magnificaba en mi juvenil pecho al soplar la taza de chocolate.
Al valle lo contiene una perseverancia mística. La lluvia despeja y destaca la profundidad de la noche, y en mi pensamiento, suelo escuchar a Mario, una y otras vez, para su “mamá seda”…
de romántico y poético,
que hasta el cerro gigantesco
quiere cantar un poema…!
¡Ah! Si estuvieras conmigo
en el blancor de la cumbre,
para ver como la luna
va convirtiendo mis besos
en estrellitas de plata
sobre tu boca risueña..
…
Mario Quijada - Cumanacoa, 1935