Érase una vez una joven con muchas aspiraciones en el ámbito laboral, se casó con el hombre de sus sueños y juntos comenzaron una nueva etapa, en búsqueda de lo que ambos soñaron juntos tuvieron su primer hijo. Muy asustada ella recibió la noticia. Para ella nada cambiaría mucho, no tenía idea de lo que se avecinaba jeje. Nació su pequeño, dejó a un lado su empleo para dedicarse a tiempo completo de su más grande proyecto UN HIJO.

Fue difícil por ser primeriza se sintió sola muchas veces aunque había gente a su alrededor. Años más tarde nace su segundo bebé una niña hermosa. Otra vez la lactancia hace desastre en su cuerpo pasa las noches en vela y debe despertar como si durmió toda la noche porque tiene deberes que antender.

Son tiempos de pandemia, se frenan aún más sus sueños de tener un empleo dónde se pueda arreglar bonito a diario y por supuesto socializar con otras personas. Ahora debe cuidar de ellos más, vive encerrada con sus pequeños mientras su esposo sale a trabajar y proveer el alimento. Dedica su tiempo a limpiar, lavar cocinar y atender a sus bebés que es lo que más le ocupa el día.

Pasa la mayor parte del tiempo despeinada entre llantos, mocos y pañales aunque que confía fielmente en la voluntad y el propósito de Dios muchas veces se baja de cruz estresada sintiéndose frustrada, quiere pegar la carrera, tirar la toalla pero aún en la carrera quiere llevarse a sus pequeños con ellos y abrigarlos con esa toalla que tiró jeje y es que el amor que se puede llegar a tener por un hijo es tan fuerte que cuando un berrinche te saca de control una sonrisa te hace olvidarlo todo a demás nunca está sola tiene al mejor conversador a la hora de comer.

Dedica parte de su tiempo a enseñarle cosas tan sencillas como cepillarse, vestirse comer, tomar un lápiz bañarse entre otros y aunque a veces siente que no la está haciendo bien se derrite de amor porque su hijo mayor es su mejor motivo, la llama princesa mamá dice que la ama y cuando la ha visto llorar a solas de tanto cansancio le dice mamá no te preocupes no pasa nada, ven te doy un "ablaso apletado" yo te doy besito jeje es allí cuando se da cuenta que todo su esfuerzo vale la pena, que todo ésto es pasajero un día ya no tendrá juguetes en el suelo ni ropita pequeña que lavar.

A diario agradece a Dios tener una familia y que sea al lado del hombre que ama lo agradece aún más. Pronto todo todo este estrés va a pasar, sus pequeños crecerán y sabe muy bien que extrañará su olor aún cuando huelen a sudor jajaja. Ésta pandemia la ha enseñado a valorar los pequeños detalles de la vida, no se pierde de ningún capítulo de la infancia de sus hijos y eso es gratificante, sabe que a futuro verá la recompensa de todo el esfuerzo y sacrificio que ha hecho hasta ahora.