Venezuela Concurso - Semana 13 – Cartas a la madre / @alidamaria

Viejita linda:

Aquí estoy de nuevo, en tus sagradas y universales aguas, lugar desde donde he querido imaginar que te escribo esta carta para decirte –una vez más– lo mucho que te amo, que te extraño y cuánto quisiera a estar allí a tu lado, en la casa de todos, esa que siempre huele a arepas recién hechas y a pescado frito.

Esta carta también es para decirte, madre querida, que tengo el alma partida en mil pedazos ya que, a causa de la pandemia, no podré acompañarte en un día tan especial para ti como lo es el día de todas las santas madres, como lo eres tú.

No obstante, aquí estoy de nuevo contigo, suspendida en tus entrañas que me nutren y me erigen, bebiendo tu natural e íntima savia, alimentándome de ti y de tus sabores infinitos, sintiéndome protegida de todo mal.

He querido volver a tu regazo interno para acurrucarme bajo tus costillas, para oír cada ruido tuyo y reírme de ellos, mientras succiono uno de mis deditos y con otro me toco la punta de mis uñitas.

Desde dentro de tu vientre, también sonreída y atenta, oigo a mis tres primeras hermanas corretear por la humilde vivienda, alegres, ruidosas, y a ti te escucho pronunciar sus nombres para apaciguarles la veloz carrera y advertirlas de peligro de un tropezón o una caída.

Siente, madre, cómo late mi corazón de alegría cuando escucho llegar a papá y estar segura de que abre sus brazos para recibir feliz a mis hermanas que se le encaraman encima para abrazarlo como posesión única, con derecho propio cada una, en franca pelea con la otra.

Los oigo conversar, madre mía, mientras él coloca sobre la mesa el atún que ha traído de la pesca nocturna. A tu pregunta de cómo ha sido la noche en la mar, él te ha respondido que muy bien, que le han tocado dos atunes pero que uno lo ha venido repartiendo desde la playa hasta la casa a todos los familiares que por allí viven. Tú le respondes que gracias al cielo ellos tendrán algo que comer hoy día, así como nosotros y nuestros vecinos que también aprovecharán algo de la pesca.

Pasas tu mano izquierda por su espalda y la generosa derecha la dejas reposar sobre tu enorme vientre indicando que estoy allí, dentro de ti. Padre se voltea y me besa cariñosamente a través de la piel de tu barriga, madre mía, y yo me regocijo de alegría por ese amoroso gesto. Luego lo oigo cantar una bonita canción para ti, su gran amor, y eso me da la certeza de que viviré en una familia feliz.

Pronto nos veremos, madre, y sentiré tus suaves manos en mis deditos y, sin que veas defectos en mí, observaré tu alegre rostro de melaza y canela mirándome, escudriñando mis signos atávicos, buscando esas huellas indisolubles que han dejado nuestros antecesores en la memoria perenne de la piel. Pronto me pegaré a tu pecho, madre, para saciar mi hambre y calmar mi sed o para simplemente quedarme allí, pegada a ti y a tus mimos.

Falta poco para que rías cuando diga por vez primera tu nombre de amor universal. En breve, sentada en tus rodillas, sentiré tus caricias cada vez que me cuides, que me protejas del frío o del calor, que alivies mis fiebres, mis cólicos, mis dolores infantiles. Falta poco para que celebres mi primer diente, mis graduaciones, mis éxitos vitales.

Desde dentro de tu vientre te veo, querida madre, abrazándome y dándome ánimos para levantarme después de cada uno de mis fracasos, escuchando mi pena y mi dolor en medio de mi lucha contra el cáncer, pero también sintiendo y aupando mis ganas de sobrevivir para seguir adelante contigo y toda la amorosa, solidaria, familia que nos llena de gozo y alegría.

Siempre permaneceré unida a tus universales aguas, habitando tu ser como tú el mío, agradeciéndote por haberme dado la vida, por habérmela llenado de amor, mama infinita, con tu sabiduría de mujer sencilla y tu asombrosa y sólida fortaleza ante la vida.

Falta poco, viejita linda mía, para sentarme nuevamente a tu lado, para poder acariciar tu rostro y tus manos, secar tus tristes lágrimas por las dos hermosas de nuestra familia que recién se fueron, para secar también tus alegres lágrimas por reencontrarnos todos después de casi dos años sin vernos por causa de la larga cuarentena. Lloraremos y reiremos, sobre todo brindaremos por la vida que nos ha tocado compartir juntas.

Tu hija que te amará por siempre,