A Dios ¡Gracias! porque la comunidad #venezolanossteem, aceptó la postulación del Sr @acostacazorla, excelente contador de historias para realizar este concurso denominado: Una imagen y un cuento, mi admiración por usted y por la pasión del Sr @josertalaverag en el área fotográfica. Así que @solperez esta clase de actividades sirve para reafirmar que Sucre es tierra de cosas buenas (en las que me incluyo jejejeje)

Por esta razón me uno al cuento y la fotografía, ambas de mi autoría, hecho con mucho amor por mi tierra y mis coterráneos, un abrazo apretado para los tres.

¡Así que!, sin más preámbulos, empecemos:

_{[Imagen tomada por mi - Atardecer en Puerto Morro]}

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Los atardeceres de mi vida

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Allí estaba yo... me descubrí una vez más añorando sentir el olor del mar y la libertad del alma cuando me encuentro junto a él, sentada en un escalón, con los pies descalzos sobre la terracota que los recubre; esperando que culminara un ciclo más de lavado, mientras que lo dedos de mis pies añoraban hundirse en la arena y contemplar esos atardeceres que sólo los que somos de la costa sabemos que nos pertenecen, o mejor dicho que le pertenecemos a ellos.

Mis manos arrugadas del agua y el jabón de la lavada se preguntaban si no estarían igual cuando volvieran a sentir la brisa y el agua salada. Y me quedé mirando hacia la nada…

Les aseguro que mi cuerpo lloró por dentro, y esas lágrimas son peor, porque encierran lo no expresado, se abrazan la querencia y la añoranza, y bien entendí que aquellas lágrimas mostraban una gran necesidad, estar nuevamente allí, y ya sin ánimos intenté convencerme de estar en el lugar correcto.

Nuevamente guardé la imagen, la de las palmeras que bailan sutilmente con la brisa y mi mirada encontrándose con ambas.

Traté de olvidarme. Repase nuevamente lo que me faltaba lavar como escapándome de la situación. Busqué un libro en la casa y comencé a leerlo, esperando que las páginas borraran mi necesidad.... pero que va, no se borraba...

Tantos recuerdos no se pueden borrar así, me dije.

La alegría que te acompaña cuando vuelves de regreso a casa, así tu hogar esté establecido en otro lugar, el aire que te invita a respirar con la totalidad de tus pulmones, lo gentil de mi gente, la sencillez de la forma en que se vive, lo tostado de los hombros y ese sol que se marca en tu piel diciéndote "aquí se vive".

Esa noche me costó dormir, los recuerdos no entienden de horarios, y decidí que debía volver a casa y con el paisaje aun presente con mis ojos cerrados y la alegría de volverlos a ver, logré dormir.

Recuerdo haber preparado la ropa necesaria para aquel viaje, había sido una buena idea lavar, hice un poco de café, y con la sonrisa que se asomó deprisa a mi rostro convencí a mi amado de viajar.

Contesté una llamada telefónica, llamaban del trabajo y en eso me preguntan:

─“¿Te enteraste?”, preguntaron con una voz entre seria y nerviosa.

─“¿Enterarme de qué?”, contesté.

─“Ahora trabajaremos desde casa”, dijo claramente, (pero aún así mi mente no entendió).

─“¿ Y eso?”, pregunté incrédula.

─“Debemos sujetarnos a una cuarentena radical", "prepara todo para trabajar en casa", volvió a decir.

─“¿ Sabrás hasta cuando?”, pregunté.

─“Hasta nuevo aviso", me respondieron.

Hoy volví a anhelar estar allí, han pasado casi dos años desde la última vez que intenté encontrarme con el mar, otra tarde que me lleva hasta ti.

Y es que esa palmera junto al lavandero me invita a rencontrarme con mis recuerdos, esas de vivencias bonitas, llenas de amigos, de libertad, de hacer cita con los atardeceres y ver la puesta del sol sentada en la arena, de ver como mi cabellera cede ante el agua salada y se enrolla como diciéndole. "me gusta la ligereza de estar aquí y siempre estaré para ti".

¿Se preguntan en que terminó todo esto?

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¡Pues bien!, aun no sé cuando terminará esto, más sin embargo llegué a preguntárselo al viento

¡Si!, puedes preguntar y esperar su respuesta.

Mire hacia arriba, vi bailar nuevamente a una palmera

En su vaivén me dejó ver varias cosas; la primera de ellas es que la felicidad puede hacerse visible en cualquier lugar, allí estaba ella, moviéndose con la misma delicadeza de las palmeras playeras de mis recuerdos y entre cada movimiento y en un ráfaga más fuerte de la brisa pude definir un pequeño arco iris que se dejaba ver entre las nubes y en el mismo lado del corazón, esos colores me llamaban a no perder la esperanza, porque mientras exista cielo, mar, palmeras y arena habrá la posibilidad de regresar a casa.