La canícula me hacía respirar a un ritmo acelerado y la pesadez de la hora me hacía cabecear de vez en cuando en la terraza; ya había almorzado, pero aún sentía algo de hambre; comer más no estaba bien, en los últimos tiempos he subido algo de peso.

Bostecé dos veces, unas muchachas de una mesa contigua se rieron disimuladamente, una nubes gordas y negras comenzaron a abrirse paso, difuminándose, apagando al sol. Este clima despierta mi instito de pereza que busca su nido entre árboles grandes para reposar sin pensar en nada.

Me llamó en ese instante mi hijo desde Valdivia; él también reposaba un rato después del almuerzo, contemplando el frío, viendo como el río "Calle Calle" desaparecía de repente por el peso de la neblina.